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Reportaje:

La larga cuenta atrás de 'El Poseído'

La lucha de Javi Jiménez, centrocampista del Valladolid, por recobrar su rodilla lesionada y volver a jugar supera ya los dos años

Javier Jiménez (Madrid, 1976) no pensaba en llegar a la Primera División cuando miraba la rotativa del diario deportivo Marca, en el que trabajaba poco antes de que el Real Madrid decidiese reclutarle para sus categorías inferiores. Ni siquiera prestaba atención a la portada que cada día escupían las máquinas. Echaba un ojo, eso sí, a la Tercera. A ver si salía algo de su Alcalá o de los rivales con los que cada domingo jugaba en los campos de tierra de la comunidad madrileña.

Poco después, sin embargo, le llegó la gloria. Pero fue efímera: con sólo 23 años, su rodilla derecha estaba ya tan estropeada que era necesario abrirla y limpiar de impurezas el cartílago, desgastado por la ausencia del menisco. Se le extrajo una muestra y se envió a Estados Unidos para realizar un cultivo y reimplantárselo. Eso fue un ya lejanísimo 19 de mayo de 2000. Y... hasta hoy.

'Yo era como un imán con el balón', recuerda quien sólo disfrutó de cuatro meses de gloria

La gloria de Javi Jiménez apenas duró cuatro meses. Había llegado al Valladolid de la mano de Gregorio Manzano y el actual secretario técnico del Madrid, Ramón Martínez. Asegura que se incorporó en un momento lúcido del equipo y que eso le valió para hacerse un hueco, pero lo cierto es que, modestias aparte y mientras su rodilla le mantuvo en pie, fue una pieza clave en la mejoría de un conjunto lastrado hasta entonces en el centro del campo. El Valladolid, con él, se hizo amigo de la pelota, tan amigo que Harold Lozano y el utillero decidieron apodarle El Poseído. 'Yo era como un imán con el balón. Todos me venían a mí', recuerda Javi. Pero la rodilla truncó una trayectoria que comenzaba a ser explosiva y hoy la ha reducido a la nada.

Los días de Javi Jiménez son duros y monótonos. 'Echo de menos a los compañeros, entrenarme cada día. Al final, la máquina de los ultrasonidos me la voy a llevar a mi casa porque me paso el día tumbado en ella', explica. Se levanta, aparece antes que nadie por la sala de masajes y por la enfermería, se tumba y allí escucha la llegada de sus compañeros, que abren y cierran sus taquillas para comenzar la sesión preparatoria. Escucha sobre todo la de Torres Gómez, la del compañero que más le ha ayudado en su calvario y que está al lado de la suya.

De los jugadores nuevos sólo conoce a Tote y Fernando porque coincidió con ellos en las categorías inferiores del Madrid. 'Con los demás apenas he convivido porque, después de la primera operación, pasé un montón de tiempo en Madrid, aunque todos se han portado muy bien conmigo', asegura Javi Jiménez.

Tras su última intervención quirúrgica, en febrero pasado, que fue la cuarta desde su lesión, el once vallisoletano saltó al césped con una camiseta en la que se leía: 'Ánimo, Javi Jiménez'. Él estaba avisado de que debía ver ese partido por el televisor y así lo hizo. A los ojos se le asoma ahora media lágrima cuando recuerda eso y la ovación que todos los integrantes del club le dieron en la última cena de Navidad.

Y es que Javi Jiménez despierta un cariño enorme en todos los estamentos blanquivioleta. El jefe de prensa dice, con admiración, que es una roca. Las secretarias sonríen cuando hablan de él. El fisioterapeuta le echa un guiño de complicidad cuando se cruzan en el pasillo. Pero el cariño y la ilusión no palian una situación más que delicada y los dos años de tormento.

'Mi ilusión por volver a jugar es enorme. Sólo con volver a entrenarme con los compañeros, al final de la temporada, me daría por satisfecho. Me encantaría jugar de nuevo la próxima temporada', comenta Javi Jiménez. Y eso que no es un apasionado al uso. No ve fútbol en televisión y asegura que jugaría cada domingo sin cobrar porque lo que él quiere es, sencillamente, jugar. Jamás pensó en el fútbol como medio de vida. Su padre, en su Vallecas natal, le insistía: 'Busca un trabajo, que del fútbol no vas a sacar nada, que no vas a ganar dinero'. Después él mismo discutía con Mista, hoy en el Valencia, cuando entraban en la Ciudad Deportiva del Madrid sobre la conveniencia o no de dedicarse a esto del fútbol, de la dureza de entrenarse todos los días, y Javi sólo pensaba en cuánta gente se cambiaría por él.

La recuperación de su rodilla parece sólo cuestión de tiempo, pero los baches aparecen cada paso. El último, un quiste en el cartílago implantado. Pero está satisfecho con la mejoría notada desde la última intervención. Sigue confiando a ciegas en el doctor Baró, el médico que le operó, y en el técnico, Pepe Moré, quien le conoció como segundo entrenador en la época de Manzano y que sigue con una atención enorme su proceso de recuperación. Incluso el presidente actual, Carlos Suárez, y el anterior, Ignacio Lewin, no perdieron la oportunidad de demostrarle su confianza.

Pero la clave de su rocoso estado de ánimo es su novia y su familia y el hecho de tener tres años más de contrato con el Valladolid, que le permiten mantener la confianza en una recuperación que hoy todavía parece lejana.

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