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Teatro: arte milenario. Arte de futuro

Cien años. Un siglo. Y el teatro continúa siendo el enfermo más vital de cuantos han existido en la historia de la humanidad. A principios del siglo pasado, la revolución técnica llevó a prácticamente todos los movimientos de vanguardia a redactar encendidas necrológicas sobre el mundo del teatro. Ha transcurrido una centuria, y el enfermo goza de una salud de hierro. Una salud que desmiente los esfuerzos intelectuales de dar por fenecido el arte por excelencia del espíritu humano.

Se cuenta, por el contrario, que el divino Rafael se negó en vida a poseer un libro salido de la imprenta, pues lo consideraba un sacrilegio frente al placer de los libros manuscritos que él había conocido. Entre ambos extremos se ha movido el mundo teatral. Entre la renovación como modus vivendi y la fe en el pasado.

La actual sociedad del conocimiento, con su base virtual nacida de los avances tecnológicos, no ha podido arrinconar un arte que se enfrenta cada día desde el escenario con la viveza de la expresión del alma humana, de sus conflictos y de su ubicación en la historia. El teatro, por tanto, se retroalimenta constantemente. Es expresión de la salud de una sociedad. En este caso, la sociedad valenciana.

Hace tan sólo un año, el dramaturgo griego Iakovos Kampanellis en el ya tradicional mensaje que con motivo del Día Mundial del Teatro que hoy celebramos ofrece una personalidad de las artes escénicas, exponía con claridad la paradoja en la que vive el teatro: 'El teatro nunca dejará de existir arte milenario que además es un arte de futuro'. Y basaba su afirmación en el hecho de que el teatro 'es una necesidad del alma, una necesidad de la persona que jamás se podrá abolir'. Sin embargo, lejos quedan los tiempos del carromato, los caminos polvorientos o el teatro urbano de señoritas. Y pese al cariño y afecto con que vemos aquella época, el teatro actual ha dado un giro de 180 grados: se ha profesionalizado, cuenta con salas adecuadas para las representaciones, tiene una programación y una cantera de autores y actores que aseguran su vigencia por más que los agoreros se empeñen en certificar su defunción que, ni se ha producido ni lleva camino de hacerlo.

En la Comunidad Valenciana, el teatro ha vivido un año convulso. Convulso y fructífero al mismo tiempo. Las conversaciones para llegar a un acuerdo entre los representantes del mundo teatral y la administración tuvo sus crestas de tensión. Al final, sin embargo, se alcanzó el acuerdo. La sociedad valenciana cuenta con unas bases de futuro que se plasmarán en la próxima ley de las artes escénicas. Pero si la tensión se tornó calma con el acuerdo, no es menos cierto que también el teatro ha ampliado sus horizontes por estos lares.

La obra Las troyanas marcó el inicio de la Ciudad de las Artes Escénicas de Sagunto que continuará este año con Infinities en colaboración con el Piccolo Teatro di Milano. Se han reformado, además, importantes salas como El Micalet, como anteriormente se hizo con el teatro Talía, y se han ido recuperando antiguas infraestructuras por toda la Comunidad que permitirán ampliar el circuito teatral valenciano con obras y actores a los que la profesionalización y los nuevos espacios les han facilitado el contacto con el público.

Y, finalmente, en la celebración del Día Mundial del Teatro, hay que dirigirse al verdadero sostén del arte escénico, el público. Decíamos al principio que el teatro es un enfermo que goza de una salud de hierro. Esta paradoja, más allá del debate intelectual, sólo es entendible desde el apoyo que ofrece el público con su asistencia. No hay teatro sin público porque el espectáculo necesita del coro, pero no es menos cierto que el teatro crea su propio público porque éste también necesita ver representados sus deseos, sus inquietudes o los recovecos de su alma en un escenario.

Público y actores en continua retroalimentación. Porque el teatro, desde los griegos no es otra cosa que la escenificación de la voluntad común. Una voluntad que se desarrolla al poner los oídos atentos a lo que los otros expresan para poder trasladarlo en futuras representaciones al espacio escénico.

En ese proceso de retroalimentación, la actualización de los clásicos y la presentación de los contemporáneos hace de vasos comunicantes que hacen posible el buen momento del teatro valenciano.

Parafraseando a Girish Karnd: 'Aunque a menudo el futuro del teatro parezca incierto, el teatro continuará viviendo y provocando'.

Consuelo Císcar Casabán es subsecretaria de Promoción Cultural.

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