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El Museo de Navarra expone las 'catedrales místicas' del pintor y grabador José Ibáñez

La muestra antológica reúne 53 obras del artista navarro fallecido

Plasmar en sus lienzos un poderoso impulso místico fue uno de los logros del artista José Ibáñez (1948-1995), creador autodidacta y gran exponente de un expresionismo abstracto alumbrado en París, Amsterdam, Nueva York y Barcelona. El Museo de Navarra dedica estos días una magna exposición antológica a la plural trayectoria del pintor navarro permaturamente fallecido. A través de 53 obras (óleos, aguafuertes, aguatintas y monotipos), las muestra recoge la incesante evolución del artista y grabador que, en poco más de dos décadas de trabajo, obtuvo un merecido reconocimiento internacional.

La pinacoteca navarra alberga ejemplos tan destacables de su paleta como las Elevaciones, geométricas catedrales interiores creadas en la década de los ochenta, en una fase de transición en la que la lectura de los místicos españoles, fundamentalmente San Juan de la Cruz, genera en el autor un impulso pictórico con fuertes influencias de la pintura flamenca clásica y colores anaranjados, rojos de terciopelo oscuro y verdes de agua profunda que recuerdan a otros clásicos, los españoles Velázquez, Zurbarán o El Greco.

José Ibáñez se licenció en 1979 en la Academia de Bellas Artes de París, ciudad en la que aprendió las técnicas de grabador en los talleres de Nallard y Jean Delpech. Aún albergaba entonces una esencia figurativa, de personajes urbanos o rurales de anonimato inquietante, con profusión de tonos ocres, ampliamente representada en la muestra pamplonesa. Pero una posterior experiencia en Nueva York fue determinante en su carrera. En los Estados Unidos adopta las tendencias del expresionismo abstracto lideradas por Pollock y Rothko, con las que experimenta en formas geométricas y campos de color. De vuelta en Europa, París y Amsterdam son sus lugares de referencia. Expone en Boussy-Saint-Antoine, en las galerías Mia Joosten y Emil Leonard, obtiene premios en Mónaco y París y da a luz series de grabados como Le Graver noir, en colaboración con el poeta y escritor Henry Martraix, con quien colaboraría intensamente a lo largo de su vida.

La serie pictórica El silencio roto, el libro de grabados A peine dit/Scarcely told (Apenas dicho) y la colección de 48 telas Cuando desaparece el cielo consolidan su trayectoria, indisolublemente unida a sus propios lienzos y a la experiencia parisina de artistas vascos como Xabier Agirre o Alfonso Mendibe, con quienes compartió aulas y amistad.

Instalado finalmente en Barcelona, Ibáñez realizó la que sería su última serie, El vuelo del ángel, que fue presentada en Pamplona y en Madrid en 1995, días antes de su fallecimiento, en septiembre de ese año, a consecuencia de una grave enfermedad.

Iñaki Moreno Ruiz de Eguino, comisario de la muestra, constata la sublimación del color que supuso su último periodo creativo, abruptamente quebrado. 'Elevaciones y abismos se engarzaron en su periplo de descubrimientos y crisis creativas. Desde el dibujo cromático de sus orígenes hasta la supresión de las líneas de su final, donde el artista plasmó la etérea luz, hay una poesía de sensaciones a un lado de la cual está el espectador y al otro, el propio pintor, sublime en su misticismo y cercano aún a todos nosotros', explicó Moreno,.

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La exposición recoge cuadros de colecciones privadas de España, Francia y Alemania y obras propiedad de la familia. La hipóstasis de obra y autor fue tal que al sentirse mal pidió a su familia que no vendieran nada de su obra, de la que tanto le costaba desprenderse.

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