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Muere Carmelo Bene, un genio rebelde de la escena italiana

El mundo cultural italiano rindió ayer homenaje al actor y director Carmelo Bene, uno de los mayores artistas de la escena nacional de los años setenta y ochenta, fallecido el sábado, en Roma, a los 64 años de edad.

Carmelo Bene, que había sufrido numerosas operaciones de corazón y padecía desde hacía tiempo un tumor en el intestino, se mantuvo hasta el final ligado a los escenarios, la gran pasión de su vida. Una pasión que comenzó el 1 de septiembre de 1937, en una pequeña localidad de Lecce, en la región de la Apulia, en el sur de Italia.

Su carácter rebelde dominó completamente su vida de actor, hasta el punto de que alguno de los críticos a los que se dedicó a vapulear sistemáticamente desde los años ochenta reconocía ayer que Bene había logrado crear sobre todo su propio personaje.

En los anales de la escena italiana quedará para siempre su interpretación particular de Calígula, de Albert Camus, el papel con el que debutó en 1959. En 1960, Bene monta en Bolonia su primer espectáculo-concierto dedicado a Maiakovski y funda el Teatro Laboratorio, con el que recorrerá Italia interpretando una tras otra innumerables obras clásicas, desde el Hamlet a Fausto y Don Quijote. Polemista y discutidor, Bene se proclamaba como uno de los grandes y reclamó para sí el honor de haber interpretado el mejor Hamlet del planeta. Su intensa pasión por la interpretación le llevó al cine, interviniendo en el Edipo Rey de Pierpaolo Pasolini, para dirigir más tarde una película surrealista, Nuestra señora de los turcos.

Bene da el salto definitivo al gran teatro en 1974, cuando interpreta los grandes dramas shakesperianos para el gran público. El actor, director y escritor, se convierte en un auténtico gurú de la escena en los años ochenta. Su estrella comienza a eclipsarse poco después, y Bene se hace famoso por sus escenas públicas y su intolerancia hacia los críticos y hacia el público.

Hombre directo y sin pelos en la lengua, Carmelo Bene no duda en criticar el Nobel de Dario Fo, concedido en 1998, y en llevar a los tribunales a instituciones y organismos culturales por problemas de contratos y honorarios no pagados.

Ayer, Fo le recordaba como uno de los grandes artistas inconformistas, del que teatro italiano había empezado a olvidarse ya antes del inevitable final.

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