El Valencia se hace pequeño en Vallecas
El Rayo obtuvo una meritoria victoria ante un rival que le cuesta llevar la iniciativa
El Valencia tiene un problema: juega como un pequeño frente a los grandes, y también frente a los pequeños. Su excelente calendario final puede convertirse en un problema porque enfrente tendrá a todos los rayos de este mundo. Por lo visto en Vallecas, éstos son precisamente los equipos que sacan lo peor del Valencia, incapaz de modificar su comportamiento. Es cierto que su estructura defensiva le ha llevado al puesto que ocupa, pero hay momentos donde es necesario dar un paso adelante.
Ayer fue uno de esos días. Visto en perspectiva, el partido colocó al Valencia en la mejor de las situaciones posibles: podía abrir una brecha de tres puntos sobre el segundo clasificado, se colocó con un gol de ventaja en el primer tiempo y se midió durante media hora frente a un rival con diez jugadores. De ahí que su derrota en Vallecas tenga más alcance que el estadístico.
RAYO VALLECANO 2| VALENCIA 1
Rayo: Etxeberria; Ferrón (Vivar Dorado, m. 69), Corino, De Quintana, Hernández (Helder, m. 84), Graff; Peragón, Quevedo, Pablo Sanz, Michel; y Bolic (Glaucio, m. 77). Valencia: Cañizares; C. Torres, Ayala, Pellegrino, Carboni (F. Aurelio, m. 54); Angulo, Marchena (Aimar, m. 63), De los Santos, Vicente; Sánchez y Salva (Mista, m. 77). Goles: 0-1. M. 28. Centro de Salva desde la derecha y Angulo cabecea por bajo. 1-1. M. 45. Córner que saca Míchel y Pellegrino cabecea hacia su propia portería. 2-1. M. 57. Nuevo córner botado por Míchel y Corino cabecea a bocajarro. Árbitro: Turienzo. Expulsó por dos amarillas a Pablo Sanz (m. 66). Amonestó a Graff, De los Santos, Mista, Vicente y Marchena. Unos 15.000 espectadores en el estadio Teresa Rivero. El atleta Alberto García, campeón de Europa de los 3.000 metros en pista cubierta, realizó el saque de honor.
Hay demasiadas sospechas con un equipo que sólo ha marcado 36 goles durante la temporada, los mismos precisamente que el Rayo. Y no es la Liga española una de las que privilegie a las delanteras morosas, cosa que puede pasar factura al Valencia cuando menos se lo esperaba, cuando el calendario presuntamente le beneficiaba, cuando le venía una colección de equipos como el Rayo.
El encuentro fue uno más de los que ha jugado el Valencia durante toda la temporada. Partido de resultado corto, solucionado más por los detalles que por el juego. Con una particularidad: no fue el equipo de Benítez el que aprovechó los detalles. El Rayo, que vive mucho de faltas y saques de esquina, marcó sus dos tantos de esa manera. Por méritos también estuvo por encima de su rival durante una hora, hasta la expulsión de Pablo Sanz, circunstancia que abundó en los problemas del Valencia, en lugar de arreglarlos. Se le apagaron las luces y jugó con una torpeza asombrosa. No tuvo juego, ni ideas. Le cuesta demasiado llevar la iniciativa porque no está preparado para ese trabajo.
El Rayo hizo un partido más que respetable, hasta que no le quedó más remedio que atrincherarse. Hasta la expulsión de Pablo Sanz sólo sufrió las dificultades derivadas de sus centrales, lentos y casi siempre ineficaces. Tanto Hernández como De Quintana sólo se sienten cómodos frente a los pelotazos frontales, donde no tienen que pensar. Les basta utilizar sus poderosos físicos y cabecear. En todo lo demás sufren, y ahí quedó el tanto de Angulo para demostrarlo. Ni le marcaron, ni le vieron. Era un centro bastante fácil de desactivar, pero el único que tuvo ojo y decisión fue el jugador del Valencia. Fuera de ese problema, que no era pequeño, el Rayo Vallecano gobernó el partido por juego y por coraje.
Tuvo más oportunidades que el Valencia en el primer tiempo, especialmente por el daño que causaba Míchel de forma intermitente y por la decepcionante actuación de Ayala y Pellegrino, algo extraño porque los dos centrales argentinos han sido el eje de los buenos resultados de su equipo. También fue rara la dificultad del Valencia para administrar. Sin nada decente había conseguido su objetivo: se había adelantado frente al colista. No puede haber situación mejor en el fútbol. Pues no. El Valencia se enredó en un partido cada vez más conflictivo, en parte por dos jugadas en las que el Rayo reclamó penalti. Con razón.
El encuentro se volvió turbulento, con tarjetas, interrupciones y mucha bronca en la grada. Mientras tanto, se producían los goles del equipo local. Dos saques de esquina, dos goles. Eso es noticia frente al Valencia, que cuida tanto esa faceta.
Hasta entonces, su juego no había tenido ningún mérito. Por todo el asunto de las rotaciones, Benítez había dejado fuera del equipo a una parte de los titulares, o sea a la mayoría de medios y delanteros. Esos pueden entrar y salir. Lo que no se cambia es el sistema de seguridad. Con los defensas de costumbre, el Valencia jugó el partido de costumbre. Esta vez le salió mal. En el peor momento, por otro lado. De Vallecas salió con el prestigio bastante dañado.
Cuando quiso enterarse, el Valencia estaba frente al partido que menos le gusta. Tenía que hacerlo con Marchena y De los Santos en el medio campo, con lo que eso significa. Rafa Benítez no se había querido tirar el folio frente al colista, el Rayo Vallecano, y ahora tenía que girar sobre sus pasos. Retiró a Marchena, entró Pablo Aimar y nada cambió.
Al equipo levantino se le vio angustiado, y mucho más tras la expulsión del centrocampista Pablo Sanz. Demasiada exigencia para un equipo que prefiere que sean los demás los exigidos. Pero estamos en la recta decisiva del campeonato, donde hay que dar algún paso adelante. El Valencia no lo dio. No está en su estilo. Y perdió.
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