Verosímil o conveniente
'NUNCA HABÍA contado esta historia hasta que el clima creado tras el 11 de septiembre le pareció favorable para que resultase verosímil'. Esta frase no describe el talante de ningún narrador profesional, un autor literario o un director cinematográfico, sino que procede de una información aparecida en las páginas de internacional de EL PAÍS, el domingo 2 de diciembre de 2001. Con ella se alude a la actitud del ex cónsul de Venezuela en Francia, Nelson Castellanos. No sabemos si Castellanos la dijo tal cual o bien si es el modo que tiene el periodista de sintetizar la actitud en cuestión, pero en ambos casos se trata de un enunciado que va más allá del intercambio privado de opiniones y pasa a formar parte de la vida de la polis, de la cosa pública.
Es, además, un enunciado representativo por la naturalidad con que se expone. La historia del ex cónsul se refiere al posible trato preferente dispensado por el presidente de Venezuela al súbdito venezolano conocido como El Chacal que cumple cadena perpetua en una cárcel de París. Si, supongamos, un ministro hubiera dicho que el clima creado tras el 11 de septiembre le parece favorable para que resulte verosímil su idea de que el agua tiene las mismas propiedades que el petróleo, la información se habría enmarcado en otro contexto y ya no versaría sobre hechos ocurridos sino sobre la insensatez del cargo público.
Porque, más acá del mundo aún incierto de la microfísica, existe un espacio común donde el acuerdo es posible, el espacio de frases como: 'Ese vaso', ese que están viendo los interlocutores, 'está sobre la mesa' o 'el petróleo es distinto del agua, por ahora'. Ahí, en el espacio de las cosas ciertas, los climas, los estados de opinión, apenas intervienen. En cambio las cosas verosímiles no son ciertas, sólo podrían serlo. Podría llegar a ocurrir que un hombre sometido a gran presión se tire por la ventana. Ha habido, no obstante, momentos de la historia en que los relatos policiales sobre hombres detenidos que se tiraban por la ventana resultaban inverosímiles para el conjunto de la sociedad. Y ha habido también momentos en que resultaban inverosímiles sólo para una parte de ese conjunto.
Sucede así que lo verosímil no es ningún enrevesado concepto de teoría literaria. Lo verosímil es, al cabo, lo que estamos dispuestos a creer. ¿Quiénes componen ese estamos? Esta pregunta pocas veces se aborda cuando se hace crítica literaria y, sin embargo, desde mi punto de vista es la pregunta que debiera hacerse en primer lugar.
La segunda pregunta es por qué: por qué estamos dispuestos. Se citan sin cesar aquellas palabras de Aristóteles: 'La poesía es más filosófica y noble que la historia, pues la poesía dice más bien las cosas generales, y la historia, las particulares. Y lo general es exponer que a tal o cual hombre o mujer les ocurre decir o hacer tales cosas según lo que es verosímil o necesario'.
Pero la pregunta permanece: necesario para quién. Pues una cosa es que una piedra arrojada desde el aire deba necesariamente caer al suelo y otra que resulte verosímil o necesario, conveniente, diríamos, para una parte de la sociedad creer, por ejemplo, que si el héroe se lo propone logrará salir adelante, sobre todo si tiene buen corazón.
Discutir la verosimilitud de una escena en una película o en una novela no es, entonces, casi nunca, discutir sobre una novela o sobre una película. Es discutir sobre modelos de vida, y hay mentiras que decoran dulcemente esos modelos y verdades que nos dejan en la calle sin abrigo y nos hacen andar.
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