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Columna
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El maquillaje de la historia

Sin duda, tiene razón Adrián Espí cuando asegura que, desde la Diputación de Alicante, no se dan instrucciones sobre el funcionamiento del instituto de cultura Juan Gil Albert, que él dirige. No se me ocurre por qué debieran hacerlo. Al día de hoy, la política cultural del Gil Albert coincide punto por punto con la de la propia Diputación. Y la de ésta, es muy semejante a la que ejecuta el Ayuntamiento de Alicante. En todas estas políticas, tan parejas, encontramos siempre un fondo común que es su conservadurismo. Desde hace algún tiempo, las ideas conservadoras impregnan los ámbitos culturales de la ciudad, imponiendo su gusto.

Quizá sea en el teatro y en las exposiciones donde la presencia de estos conceptos se percibe con mayor claridad. En las salas de Alicante se suceden las exhibiciones de objetos curiosos y pintorescos, de dudoso valor artístico. Se alternan estas demostraciones con la obra de pintores cuya cualidad principal es haber nacido en la provincia. Lo alicantino vuelve, pues, a estar en boga. Pero esta recuperación del genio provincial, tan respetable, carece de cualquier ánimo crítico y busca sólo la complacencia del espectador.

Un ejemplo de esta manera de entender la cultura puede verse ahora en la exposición Arte siglo XX en Alicante, que se exhibe en la de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Organizada por la propia caja y el instituto Gil Albert, la exposición quiere mostrar el arte surgido en Alicante, entre 1918 y 1960. ¿Tiene interés recapitular sobre cuanto se hizo en la provincia en arquitectura, en pintura, escultura o fotografía, durante la primera mitad del siglo pasado? Naturalmente que lo tiene. Pero, para ello, es preciso dar una intención a este resumen, procurar que las obras exhibidas dialoguen con su tiempo y el espectador extraiga de ello unas consecuencias.

La presentación de unos cuadros, de unas fotografías, de unos planos de edificios que en sí mismos no son relevantes, ¿qué sentido puede tener? En mi opinión, carece de cualquier efecto. Y esto es lo que sucede en Arte siglo XX en Alicante. ¿Qué se pintaba, qué se construía en nuestro país, en Europa, en nuestro mundo, en aquel tiempo? ¿Qué caminos seguía el arte, qué novedades se anunciaban? Al renunciar a una mirada sobre el exterior, al insistir orgullosamente en su aislamiento, lo local se consagra como extraordinario.

Pero este espíritu conservador, que planea solapado en la exposición, se hace transparente en el folleto de mano que la acompaña. Aquí, de lo que se trata es de maquillar la historia para hacerla presentable y del gusto de los promotores. Para ello, la marcha al extranjero de artistas como Juana Francés o Eusebio Sempere se explica escribiendo que 'la conexión de los pintores locales con el exterior se realizará vía París'. Y la dictadura del general Franco se transforma en 'la nueva situación' o 'el régimen político autoritario'. Todo ello, en un texto donde la guerra civil, y sus terribles consecuencias sobre nuestro arte, queda reducida a poco más que un contratiempo.

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