_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Esa maravillosa herencia del pasado

Los escritores no suelen asistir con frecuencia a los conciertos de música clásica. Hay excepciones, desde luego, y una de ellas es la de Antonio Muñoz Molina. Es una bendición verle ensimismado después de unas suites de Bach, o de un cuarteto de Shostakóvich, o de una ópera de Debussy. Transmitió a sus lectores la emoción que le produce la música en uno de sus últimos artículos en el suplemento dominical de este periódico. Y entre su admiración por Bach, o por Pelléas et Mélisande, se deslizaba un pensamiento como mínimo inquietante: 'Da tristeza pensar que casi toda la música mejor pertenece al pasado', decía.

Es más inquietante precisamente por venir esta afirmación de donde viene. No es la actitud ante la música de Muñoz Molina la de otros de sus colegas literarios, que simplemente la ignoran o la detestan. Me refiero, sobre todo, al campo de la creación contemporánea. El alborozo con el que algunos recibieron el ensayo crítico de Alessandro Baricco El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin es verdaderamente revelador. Es un libro en el que se cuestionan (con fundamento o no, eso es otra historia que no viene al caso) algunos de los pilares fundamentales de la música del siglo XX. A veces esos mismos escritores, u otros, arremeten también contra la, según ellos, banalidad del arte plástico más reciente y afirman que nada es comparable a las grandes creaciones del pasado. Lo curioso es que nunca hagan una reflexión parecida en cuanto a la literatura de otros periodos históricos comparada con la que se hace hoy. Los criterios de ruptura, libertad y experimentación asumidos por compositores y artistas plásticos posiblemente han dificultado el grado de comunicación más inmediata entre sus obras y la sociedad en general. Disponen, de todas formas, tanto unos como otros, de sus espacios de actuación, y creo que no se engañan a sí mismos sobre lo que representan. La literatura tiene, en cualquier caso, un panorama menos complicado, empujada por las leyes del mercado, la continuidad del lenguaje, el mayor espaldarazo de los medios de comunicación y, si me apuran, por la no infrecuente autocomplacencia de sus creadores.

La convivencia entre lo antiguo y lo moderno es una de las claves de la sensibilidad cultural de nuestros días. Es muy significativo, por poner un ejemplo, la atención permanente que la Filmoteca Nacional dispensa a los clásicos del cine y la respuesta que despierta en las generaciones jóvenes. Las colas hace unos días para ver Sólo se vive una vez, de Fritz Lang, eran espectaculares. El acceso, por los medios que sean, a todos los periodos de la creación no solamente enriquece las perspectivas sino que es un factor fundamental para una apreciación mínimamente sensata de los valores artísticos en su contexto histórico. En cine, en arte, en música y también en literatura.

Es cierto que la música llamada culta se ha quedado más rezagada que las otras formas de expresión artística en lo que podríamos llamar reconocimiento social, suplantada en ocasiones por músicas de consumo más fácil y en otras por la propia dinámica del escaso, en términos comparativos y como dicen los analistas técnicos, volumen de negocio asociado. También es cierto que la mayoría de los compositores son conscientes del problema y que han hecho inmensos esfuerzos en las décadas recientes por romper esa pescadilla que se muerde la cola. A mí no me da tristeza, como a Muñoz Molina, pensar en la hipótesis de que, musicalmente hablando, cualquier tiempo pasado fue mejor. Las cosas son como son y no hay que darle más vueltas. Aunque tengo confianza, dada su sensibilidad y predisposición, en que el escritor andaluz acabará probablemente apreciando las bellezas que contienen las obras de Kurtág, Berio, Ligeti o Henze, un cuarteto de clásicos de nuestros días, con la misma ilusión o parecida que ahora demuestra con Bach o Debussy. Es un salto natural, a poco que la curiosidad acompañe. Y en este caso, o mucho me engaño, o acompaña.

Una muestra de que la música actual no es de las que sirven para quitar el miedo a los niños es la reacción entusiasta que han suscitado en Madrid los últimos conciertos dedicados a Wolfgang Rihm en vísperas de su 50º cumpleaños, tanto los integrados en el magnífico ciclo La escena imaginaria que organiza el activo Xavier Güell, como el cuarteto de cuerda que tocó el fabuloso Cuarteto Alban Berg en el Liceo de Cámara. Madrid ha reaccionado como Salzburgo, Lucerna o Berlín a las creaciones de un compositor que en cierto modo representa la vía emocional de la música actual. Él mismo lo decía cuando saltó a la palestra en 1974. 'La música debe estar llena de emoción, la emoción llena de complejidad'. Como la literatura o como la vida misma. A los que no les convenza demasiado este planteamiento siempre tendrán a mano Operación Triunfo. Es un consuelo, y no pequeño.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_