El público elige a Rosa para Eurovisión

También hubo sorpresas: Chayanne se sumó a la fiesta. Parecía llegar de un largo viaje a caballo, ya que mostró un exagerado arqueo de piernas y desplegó una coreografía tan compleja que, supongo, tendrá la finalidad de distraer al respetable del dudoso valor musical de su propuesta. Con Chayanne, el realizador se permitió lucir nuevas cortinas para los cambios de plano con la misma ilusión con la que Lazarov abusó de su zoom allá por el cuaternario. Endesa repartió becas de estudios entre todos los concursantes, que se reencontraron en el plató para presentar sus trabajos en solitario. Algunos han perdido la inocencia y otros han pulido su talento a cambio de mecanizar su espontaneidad. Todos aprovecharon la última oportunidad de un programa complicado y brillante en lo formal, pero que, anoche, pecó de una frialdad impropia de un desenlace. Es la ley de la industria: a veces el negocio le puede a la emoción. El público, sin embargo, les aplaudió a rabiar. Es más: los mismos que no les votaron aclamaron a Chenoa y a Manu.