'El poder de la información ha sido siempre fundamental'
José Calvo Poyato es portavoz del Grupo Andalucista en el Parlamento de la comunidad. Además, es catedrático de Historia y novelista. Calvo Poyato acaba de publicar su cuarta novela, Los galeones del rey (Muchnik Editores).
La novela tiene como escenario la Sevilla de mediados del siglo XVII. Un aristócrata sevillano, el duque de los Alcores, urde en 1646 una conspiración. El médico Diego Ruiz de Acevedo y el imaginero Jerónimo de Loaysa lucharán contra esta confabulación.
Pregunta. El duque difunde un rumor para llevar adelante su conspiración. El poder de la información -falsa o veraz- está muy presente en la novela.
'Los tercios españoles eran ejércitos de mercenarios. Había alemanes, italianos...'
Respuesta. El poder de la información ha sido siempre fundamental. Lo que han variado han sido los recursos con que se controla la información. En la novela aparece la manipulación del comentario y el rumor para generar un estado de opinión favorable a unos determinados intereses. El rumor y las frases que se dejaban caer en sitios determinados eran fundamentales para esto. Ahora existen las redacciones de los medios de comunicación; en el siglo XVII existían los mentideros. Por ejemplo, las gradas de la catedral. Lo que allí se decía se difundía por Sevilla. También determinados actos, como la bendición de una imagen, eran un buen escenario para difundir rumores.
P. Pero en el siglo XVII la información estaba controlada por las autoridades.
R. No siempre. Las gacetas y los avisos estaban controlados por el poder. Sin embargo, los pasquines, elaborados de forma clandestina por un impresor dispuesto a arriesgarse, no estaban controlados. Un pasquín de mediados del siglo XVII, coetáneo del momento que describe la novela, invitó a los sevillanos a sublevarse contra los impuestos. La gente itinerante era un elemento importante para difundir noticias y rumores. Los caldereros, los cómicos, los arrieros, los vagabundos... La Inquisición perseguía a quienes no tenían hogar fijo. Era gente mal vista por las autoridades.
P. El duque de los Alcores pertenece a una casta muy cerrada. ¿Sigue existiendo en la Sevilla de hoy?
R. No tiene parangón con el siglo XVII, pero sigue existiendo. No en balde han pasado 300 años. Hoy existe cierto sector en la sociedad sevillana que pertenece a esa tradición de aristocracia muy cerrada en las relaciones de todo tipo. Se ha producido una modificación de esas relaciones personales, pero hay un rescoldo.
P. El duque de los Alcores es un personaje lleno de maldad.
R. Con el duque de los Alcores he querido crear un personaje malo. Vive por encima de sus posibilidades, no tiene escrúpulos para conseguir sus objetivos, urde una trama en su beneficio que perjudica a la sociedad y es un maltratador de su propia esposa.
P. Los conspiradores difunden el rumor de una epidemia de peste.
R. Un rumor de este tipo era algo muy serio. Sevilla vivió en 1649 una epidemia de peste bubónica tan dura que redujo la población en un 50%. De entre 130.000 y 150.000 habitantes la ciudad pasó a 70.000. Los remedios eran escasos. Se combatía con la higiene. Pero el gran remedio era el providencial: acudir a invocar a la divinidad. La Providencia lo marcaba todo. Cuando se producía el mal es que la divinidad castigaba al hombre por sus pecados. Para aplacar esa cólera divina se hacían rogativas, procesiones, actos religiosos que eran un desagravio a esa divinidad. El teatro era considerado un lugar donde se cometían tal cantidad de pecados que provocaban la cólera de la divinidad.
P. La novela transcurre en una época de decadencia.
R. La década de los cuarenta del siglo XVII es muy dura para la monarquía hispánica: rebeliones en Cataluña y Portugal, una gran epidemia de peste bubónica... Hay pérdidas de cosechas que llevan al hambre. Aparecen síntomas claros del agotamiento de la monarquía. Se produce la batalla de Rocroi, en la que son derrotados los tercios españoles, que en realidad eran ejércitos de mercenarios. Había suizos, alemanes, italianos, irlandeses...
P. El doctor Ruiz de Acevedo aprende medicina en Amsterdam con el célebre doctor Tulp.
R. En el campo de la medicina la Iglesia no admitía que se pudiera estudiar anatomía y diseccionar cadáveres para tener conocimiento. Esa rémora ancló la medicina en recetas muy antiguas: las sangrías, las purgas, las lavativas... Hay un hilo conductor de gente que no se resignó a esa rutina. Diego Ruiz de Acevedo es el arquetipo de esos médicos que se arriesgan y luchan por que la ciencia no quede anclada en el pasado. Él arriesgó su vida al ir a aprender anatomía con el doctor Tulp. Diego Ruiz de Acevedo es un prototipo de esa minoría de médicos que se enfrentaba con lo que hacía la mayoría.
P. Hay también en la novela la historia de un amor difícil.
R. Jerónimo de Loaysa y Leonor mantienen una relación muy difícil porque aquella era una sociedad compartimentada. Son una noble y un artesano. Por eso ese amor tiene mucho de imposible. Necesariamente tiene que ser clandestino. Leonor se rebela contra la situación en que se encuentra la mujer en aquella época. No se resigna a ser maltratada.
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