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Olga Xirinacs fabula sobre los misterios de los cementerios

Aunque recibió el segundo premio Sèrie Negra de la editorial Planeta, No jugueu al cementiri, de Olga Xirinacs (Tarragona, 1936), no es en puridad una novela negra. Es más bien un libro oscuro cimentado sobre historias de fantasmas, niños atraídos por los misterios que encierran los cementerios y la crónica de sucesos. De fondo, el mar, casi omnipresente en su obra -lleva 48 libros publicados-, y la música. En este caso, la que sale del violonchelo de Arcàngel Blasco, muerto en extrañas circunstancias.

'Entiendo que el premio Sèrie Negra va más allá de lo que se entiende por novela negra, es decir, la novela de tradición norteamericana de gánsteres y detectives. No jugueu al cementiri parte más bien de la crónica negra, los sucesos que se relatan en la televisión, la psicología de los personajes, sus motivaciones'. A la hora de buscar referentes a su última novela y a su manera de entender el género, la autora habla de la Daphne du Maurier de Los pájaros y Rebeca, y de Georges Simenon, 'que tenía esa manera calmada y paciente de desnudar a los personajes'.

En No jugueu al cementiri se entrecruzan dos tramas. Una, protagonizada por los amigos del violonchelista, que se reúnen por las noches para evocar las extrañas y quizá sospechosas historias de fantasmas que les contaba el fallecido. Otra, protagonizada por dos niños y una niña que perderán la inocencia a raíz de sus andanzas en busca de aventuras por descampados de barracas y por el cementerio que se encuentra al lado de sus casas, en el que son enterrados el músico y el estuche de su instrumento. Éstos, aunque en un libro para adultos, podrían tener ciertos ecos en los famosos cinco de Enid Blyton.

Recuerdos de los muertos

'Yo no voy a los cementerios; no me gustan. Me atrae la morbosidad que desprenden, pero me dan miedo', dice Xirinacs distanciándose de sus jóvenes protagonistas, que se pasan los veranos merodeando por ellos y recogiendo todo tipo de recuerdos de los muertos. 'Para mí, y para la mayoría de los escritores, la manera de sacarme de encima los fantasmas y las inquietudes es escribiendo. Como novelista, mi aventura es escribir. Es una manera de disipar temores', continúa. ¿Cuáles son éstos? 'El miedo a la muerte, a la decadencia física, a la descomposición. A mí me van a incinerar. No quiero entrar en un cementerio ni muerta'.

En la novela, ambientada en Tarragona, ciudad donde reside y escribe Xirinacs, aparece un rosario de robos y la violación de una niña de cuatro años. Los comentarios del narrador acerca de la inseguridad que se vive en la población son constantes. También una advertencia sobre los peligros de que los vecinos se tomen la justicia por su mano. Xirinacs asegura que todos estos elementos no son alarmistas y que no es su intención 'hacer moralina'.

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