_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El agujero negro

La palabra hacinamiento está en desuso, pero hablamos mucho de la 'ratio', la razón o la proporción, que no es lo mismo pero es igual, como en la canción. Todos estamos de acuerdo en que los profesores deben trabajar con un número adecuado de estudiantes. Si encerramos doscientos alumnos de primaria con su profesor, al cabo de unas horas encontraremos los restos de ese profesor, aunque sólo sean los restos del alma, esparcidos por las paredes. Sin embargo, 70.000 espectadores en un campo de fútbol son más o menos llevaderos. Una manifestación en la calle es corriente, pero dos en la misma calle es una desproporción con efectos devastadores, como sabemos muy bien en Valencia. Todo depende de la actividad que se realice, pero parece que las fiestas nocturnas no tienen tope, nos da igual introducir en ellas a 1.000, 5.000 o 15.000 jóvenes durante toda la noche, porque pensamos que no existe 'ratio' entre diversión y asistentes. Pero la hay.

Aunque eso sí, nos preocupa mucho la droga. Dedicamos horas y horas a explicar sus efectos, el color de las pastillas, sus nombres, la cantidad de pulsaciones del sujeto y hasta los grados de calor que producen en el cerebro. Está bien informar y educar sobre las drogas, pero eso no puede servir para desviar la mirada sobre los efectos del hacinamiento que facilitan y van más allá de cualquier abuso grosero de sustancias.

Cuenta la leyenda que en Calcuta, hacia 1756, encerraron en un pequeño calabozo a 146 prisioneros británicos. A la mañana siguiente sólo encontraron vivos a 23, y no creo que se salvaran por haber recibido educación e información adecuada. Desde entonces, aquella celda se llama el Agujero Negro de Calcuta. El hacinamiento es un estado psicológico de estrés, a causa de una desproporción entre el espacio que se dispone para una actividad y el espacio que esa actividad exige. Puede producir irritación, agresividad, imitación mecánica, pérdida de control, indefensión y muchas más patologías sociales, hasta es muy posible que también aumente las pulsaciones y la temperatura del cerebro. Pero nadie sale por televisión para explicar detenidamente sus efectos, porque es un tráfico legal y se vende con facilidad.

No es cierto que las grandes discotecas y las macrofiestas sean una exigencia de los jóvenes. Son una oferta de los empresarios que prefieren ganar muchos millones de golpe y por noche, en lugar de distribuir las ganancias entre muchas fiestas y salas. Por supuesto que, si lo hicieran, no se evitarían las drogas ni el abuso del alcohol, pero la gente joven se controlaría a sí misma con más facilidad, mientras que traficantes y desaprensivos tendrían el negocio más complicado.

Mientras dure la moda y nadie lo impida, habrá que acostumbrarse a las tragedias de fin de semana, como ya nos ocurre con el hacinamiento de coches en la carretera. Dos muertes por un atasco de 15.000 personas es dramático, pero no es una cifra desproporcionada. Y no sólo por droga adulterada, también por peleas, asaltos o, simplemente, pisoteados corporal o psicológicamente por una 'ratio' que no admitiría ni el Ministerio de Educación. En el agujero negro de las macrofiestas puede desaparecer cualquiera, hasta un Bin Laden que pasara por allí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_