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El Holocausto y el debate sobre la función del arte centran el montaje teatral 'Sigue la tormenta'

Un asesino es capaz de deleitarse en la ópera o visitando una exposición de pintura. El horror y la belleza pueden darse la mano, aunque resulte paradójico verlos juntos. Ésta es una reflexión que la lectura de la obra Sigue la tormenta, de Enzo Cormann, suscitó en la directora escénica Helena Pimenta. Al frente de su compañía, Ur Teatro, Pimenta decidió montar la pieza, cuyos temas centrales son el holocausto judío y el debate sobre la función del arte. El montaje se estrenó en Madrid a finales del año pasado tras una larga gira por diferentes ciudades y ahora puede verse en Barcelona, hasta el 24 de marzo, en la Sala Maria Aurèlia Capmany del Mercat de les Flors.

El exterminio nazi es un tema recurrente en los textos del dramaturgo francés Enzo Cormann (seudónimo de Bernard Vergnes, 1954). Considera que el Holocausto 'es el acontecimiento más importante de la historia del siglo XX'. Es lógico que lo aborde en sus obras porque, como explica, 'la asamblea teatral, compuesta por espectadores y actores, tiene por función examinar el estado de la especie humana'. El autor estuvo en el estreno en Madrid y ha querido repetir en Barcelona, seducido por 'el espectáculo, la interpretación y la dirección'.

Cormann tuvo una fuente de inspiración 'real, demasiado real', para su obra, escrita en 1997: la experiencia de Terezin, al norte de Praga. Supuestamente, era una ciudad construida por Hitler para proteger a los judíos de los avatares de la guerra. En realidad se trataba de un campo de confinamiento judío hiperpoblado, con unas nefastas condiciones higiénicas, que funcionaba como zona de tránsito hacia Auschwitz. Para tratar de combatir el desánimo, entre los judíos deportados a Terezin -entre ellos, brillantes artistas del Este de Europa- se creó un comité del ocio que organizó conciertos, espectáculos teatrales y todo tipo de actividades culturales.

Sigue la tormenta tiene como principal protagonista a un excelente actor (papel interpretado por Walter Vidarte) forjado en Terezin. A los 22 años fue deportado al campo junto con sus padres; sus excelentes dotes interpretativas, muy valoradas por los oficiales nazis, le salvaron de la muerte, pero sus progenitores no tuvieron esa suerte. Tras varias décadas de triunfos en la escena austriaca decide retirarse. En la granja en la que se ha autoexiliado recibe la visita de un emergente director escénico (José Tomé) que quiere conseguir su regreso a los escenarios. Las intervenciones del director darán pie a largos monólogos del actor retirado y a partir de estos parlamentos se articula toda la historia, todo el debate. 'Es una conversación llena de ironía, de pasión y de culpa', explica Pimenta.

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