A cuatro bandas
Hay que remontarse casi dos décadas -cuando en 1983 Nelson Piquet le arrebató el campeonato a Alain Prost en el último gran premio- para encontrar un panorama tan abierto. No va a ser la tradicional batalla a dos bandas, ni siquiera a tres, sino muy probablemente a cuatro equipos, y todos ellos de fuste, como los dos que se jugaron el título aquel año en el que mandaban los motores con turbocompresor: BMW y Renault, que vuelven a encontrarse sobre la pista, retando al dúo que ha dominado la fórmula 1 en los últimos tiempos: McLaren y Ferrari.
El año pasado fue de transición. La combinación Michael Schumacher-Ferrari estaba en su cénit, y el dúo Mika Hakkinen-McLaren, en decadencia. El alemán lo tuvo fácil. La resurrección del equipo del viejo Frank Williams, con el poderoso motor BMW y un piloto excepcional, el colombiano Juan Pablo Montoya, que desde el primer momento se atrevió con inusitado descaro a robarle la cartera al mismísimo Schumacher, se produjo sólo a mitad de temporada y de forma intermitente.
Este año no lo tendrá tan fácil. Por un lado, Williams ha ajustado ya todas las piezas, y por otro, la decadencia de McLaren parece haber sido más breve que las crisis económicas de los noventa. Los tiempos exhibidos en el ya tradicional prólogo español -los entrenamientos de Montmeló y Cheste- han dejado claro que el equipo de Ron Denis ha ganado cambiando los neumáticos Brigestone por Michelin -que ya equipan a Williams- y que el nuevo motor que Illmor ha hecho para Mercedes tiene, al menos, tanta potencia como el BMW y probablemente menor peso. A todo esto hay que añadir la entrada del joven finlandés Kimi Raikonnen, todo un revulsivo para el equipo, incluso para el probador Alex Wurz, que batió el record absoluto de la vuelta en Montmeló a los dos días de estrenar el nuevo bólido. Para David Coulthard es la última oportunidad. Renault es el recién llegado. Su evolución durante la pasada temporada fue sorprendente y los tiempos conseguidos estos meses aún son mejores. Será la sorpresa. La combinación de la veteranía de Giancarlo Fisichella y la rabia de Jenson Button, espoleado por la amenaza de Fernando Alonso en el banquillo, es explosiva.
¿Pero quién será el antihéroe que impida al alemán proclamar a los cuatro vientos su condición de mejor piloto de la historia? Sólo Montoya puede mostrarle el cruel camino de la decadencia.
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