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Columna
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Regreso al pasado

Días atrás, asistí a un debate sobre el estado de la cultura en Alicante. Unas cuantas personas debíamos responder a la cuestión, desde nuestro particular punto de vista. Cuando llegó el turno de su intervención, el escritor Enrique Cerdán Tato afirmó que la cultura, en Alicante, había retrocedido al nivel de treinta años atrás. Para demostrarlo, Cerdán extrajo del bolsillo de su americana un papel que leyó al público. Aquel papel contenía las conclusiones de unas jornadas que, treinta años antes, un grupo de alicantinos habían convocado con el propósito de analizar la decaída situación cultural en la ciudad y proponer algunos remedios para la misma.

Si de aquellos acuerdos, suprimimos las referencias a la falta de democracia que padecía el país, el juicio de Enrique Cerdán Tato es, punto arriba, punto abajo, rigurosamente cierto. Es más, de aplicarse hoy cuanto allí se recomendaba para animar la mortecina vida cultural de la ciudad, Alicante conocería en poco tiempo un resurgimiento extraordinario. Pero, me temo que ello provocara un cataclismo de tales dimensiones que nuestras autoridades no lo tolerarían. De cualquier forma, no es de esperar que nadie reclame el cumplimiento de aquellas decisiones. El mundo ha cambiado y nuestra sociedad es más conformista.

Alcanzar el grado de mediocridad que hoy vive Alicante no ha sido sencillo. Muchas personas han realizado un esfuerzo considerable para conseguirlo. Sin la colaboración de nuestras autoridades, estas personas jamás lo hubieran logrado. Enaltecer lo propio frente a lo extraño, descubrir las virtudes de los artistas locales, retrotraer nuestro gusto a una época más confortable, o alentar lo más popular y pintoresco de nosotros no es un trabajo que pueda improvisarse. Para que esta recuperación del espíritu provincial alcance éxito, se precisa perseverancia y medios económicos.

Atribuir en exclusiva la situación al Partido Popular no sería razonable. Es cierto que durante su gobierno, el deterioro cultural de Alicante se ha precipitado hasta extremos que jamás imaginamos. Pero, a fin de cuentas, estos señores no han hecho más que comportarse según se esperaba de ellos. Han promovido una política cultural de campanario y no han cejado hasta imponer su gusto artístico. ¿Qué otra cosa debían hacer? En todo caso, mayor responsabilidad tiene la izquierda por no alentar, mientras estuvo en el poder, ninguna transformación cultural en la ciudad.

Pero hay algo que la afirmación de Enrique Cerdán, tan exacta, por lo demás, no tiene en cuenta y que, a mi juicio, agrava la situación. Y es la distancia que se ha abierto entre Alicante y las poblaciones de su entorno, en los últimos tiempos. Mientras Murcia, Valencia, e incluso Castellón, se modernizaban, abrían sus ventanas a las nuevas corrientes del arte, de la música, de la cultura, Alicante emprendía su particular regreso hacia el pasado. Salvo la excepción del MUA, ni uno solo de los proyectos artísticos acometidos en la ciudad, durante estos años, mira hacia adelante. ¿No es esto una declaración de principios? Si se me permite mostrarme pesimista, diré que, en los próximos años, aumentará el aislamiento de los alicantinos.

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