Adiós, rubia
La llamada rubia, la peseta, dejará mañana de circular tras casi 134 años de existencia. Aunque ha cumplido una función histórica encomiable, no se la echará demasiado en falta, pues hasta ahora, el camino hacia el euro y la participación en la unión monetaria europea ha aportado estabilidad a un país demasiado acostumbrado a las devaluaciones, y unos tipos de interés bajos, que contribuyen a sortear las actuales dificultades.
Desde el 1º de enero, el marco alemán, que se había convertido en símbolo de estabilidad y de patriotismo en la posguerra, ha cedido su puesto al euro, en una auténtica europeización de Alemania. Así se construye Europa: compartiendo soberanía, cedida al Banco Central Europeo. Con la excepción del Reino Unido, Suecia y Dinamarca -que deberían sumarse al proyecto rápidamente-, la construcción europea ha logrado este hito poco más de medio siglo después de que se pusiera su primera piedra. El euro, un proyecto denostado en su día por algunos sectores, aún debe pasar la prueba de las dificultades económicas como las que apunta la recesión en Alemania.
La peseta, desde su promulgación en octubre de 1868 para racionalizar el caos monetario de la España del XIX, ha sobrevivido a diversos cambios de régimen: dos monarquías, dos repúblicas, dos dictaduras y el paréntesis de la guerra civil. La rubia se ha ganado un lugar en el corazón de los españoles. Pero los tiempos son otros y hoy cabe el orgullo de participar en lo que ya es la moneda única para al menos 300 millones de europeos. Las pesetas ya no servirán para pagar, aunque se podrán cambiar por euros en las entidades financieras hasta el 30 de junio y, después, en el Banco de España. Habituarse a evaluar los precios en euros no es fácil, pero la adaptación de la sociedad española está siendo más rápida de lo se había pensado previamente. Adiós, rubia. Seguro que los españoles le podrán otro mote a tu sucesor.
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