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Reportaje:XIX JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO | Salt Lake City 2002

'Es la vida'

Muehlegg comunicó entre risas a su clan la noticia de su positivo - La Casa Real deja en suspenso la audiencia con el deportista

La desbandada española fue casi general ayer lunes, tras la clausura de los Juegos. Pero el caos en el aeropuerto de Salt Lake City, entre otros motivos por los controles para garantizar la seguridad, obligó a algunos a volverse a la Villa Olímpica y a sus hoteles. Pareció como si la maldición del dopaje se revolviera hasta en el calendario.

Los 16 días de gloria se habían convertido en vergüenza y, burocráticamente, quedaba el golpe del contraanálisis de Johann Muehlegg por encajar. Juan Antonio Gómez Angulo, el secretario de Estado para el Deporte; su subdirector general, Ángel Luis López de la Fuente; el secretario general del COE, Víctor Sánchez; el jefe de la misión, Joaquín Agulla, y el de comunicación, Antonio Bustillo, no se movieron del hotel Little America, el centro de las alegrías y las desgracias.

Y buen ejemplo de sus ruinas es que no se quedó nadie de la Federación de Deportes de Invierno. Ni el último miembro de la junta gestora, Óscar García Serrano. En el chalé de Soldier Hollow sólo se quedaron los hermanos Muehlegg, Johann y Martin, el cerebro de todas las salsas, económicas, personales y quizá farmacológicas. Se fueron los técnicos y el matrimonio portugués de la vidente y el cocinero.

'No sé qué hacer. Estoy nervioso porque se han ido y dijeron que vendrían tarde', decía un acelerado cocinero la noche del domingo sin entender nada de lo que estaba pasando. 'Y nosotros nos tenemos que ir y no sabemos. Si habla con ellos, se lo dice, por favor'.

El buen ambiente de la troupe Muehlegg había sufrido un terremoto de muchos grados. Al contárselo, Muehlegg se rio y comentó: 'Es la vida'.

Los hermanos se pasaron todo el día toreando un último toro que se les ha ido vivo al corral. El COI llamó a Agulla al mediodía del domingo, nada más hacerse oficial la sanción, para notificarle que tenía que devolver la medalla y también la acreditación al ser expulsado de los Juegos. Agulla consiguió que la segunda se la dejaran de recuerdo porque faltaban sólo unas horas para la clausura, pero ya le dijo que no podía ser el abanderado.

Aunque con vistas a la galería lo tomó bien y lo entendió, lo cierto es que Muehlegg se enfadó mucho. Y se fue a hacer una entrevista a televisión, siempre acompañado por su hermano. Le quitaban la bandera y también se le acababa el plazo del coche puesto a su disposición por la federación. Pero eso no le molestó tanto como a García Serrano, que soltó un asombroso exabrupto público a Sánchez cuando le dijo que lo perdía al necesitarlo para otra gestión. Así son los federativos de invierno.

El día después de confirmarse el batacazo sanguíneo, la sensación frustrante por lo sucedido era general en un cuartel español aún perplejo. Oficialmente, tratando de defender las dos medallas mantenidas por Muehlegg, pero oficiosamente hundidos por el papelón indefendible.

'Es un tramposo', era la opinión generalizada. Ya no había tensión como en las agotadoras horas anteriores. El problema era cómo salvar al doble campeón manchado, que, increíblemente, era el que mejor lo llevaba. Cansado, pero muy firme, muy alemán. Y muy correcto, amable y hasta simpático porque ésa es la opinión también general sobre su carácter.

Aún esperaba el resultado del contraanálisis para ver qué hacía. Mientras tanto, incluso se cocinaba una salida de alta política como quitamanchas, pues la recepción real para mañana a las seis de tarde ha quedado en suspenso, y no únicamente porque los Muehlegg aún no sabían cuándo volverían a España.

Sí se marcharon el técnico noruego Ola Berget, los dos skymen (preparadores de esquís y ceras) y el fisioterapeuta. También entre ellos se buscaban soluciones.

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