Coherencia y alivio razonables
Había expectación, mucha expectación, por ver y oír de nuevo a Estrella Morente, después de los publicitados acontecimientos concernientes a su vida privada. No era el público habitual en flamenco, sino mucho más heterogéneo. Pero nosotros, obviamente, vamos a quedarnos en esto, en el arte, en el cante, en lo jondo. Estrella hizo un recital basado en su repertorio ya conocido, y que tanto nos gusta. No lo hizo, debo decirlo, con el grado de excelencia a que nos tiene acostumbrados. Sobre todo al comienzo del recital, en que hubo problemas con las luces y, quizás, también con la guitarra de Alfredo Lagos -pese a que el joven tocaor jerezano acompaña a la cantaora con solvencia desde prácticamente el comienzo de la carrera pública de ésta-, que en las cantiñas iniciales me pareció que tiraba con más rapidez de la conveniente de la voz de ella.
Festival del Milenio
Cante: Estrella Morente. Toque: Alfredo Lagos y Montoyita. Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 23 de febrero.
La Morente puso en todo momento mucho corazón al cante. Demasiado corazón, seguramente, para lo que hubiera aconsejado una racionalización más cerebral de lo que hacía, lo que le habría permitido administrar mejor sus recursos del momento.
Pero era evidente, me pareció a mí, una cierta limitación de su capacidad para dar libre vuelo a la voz en la expresión del cante. Estrella, con voluntad y deseos de agradar, quizás no pudo siempre, y en ocasiones hubo de fragmentar los tercios inadecuadamente o dejar algunos remates solamente apuntados. Sin embargo, dejó patente su clase en varios de los temas y en su forma personal de entender lo jondo.
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