Manresa se vuelca en la Fira de l'Aixada
Pese a las lluvias, el casco viejo de la ciudad revivió su pasado medieval, y hasta el alcalde se vistió de época
El casco viejo de la ciudad de Manresa (Bages) volvió a ser ayer un hervidero de personas que visitan la Fira de l'Aixada, una exposición que traslada la ciudad a su época medieval y que es preámbulo de la Festa de la Llum, que se celebra el 21 de febrero.
El mercado medieval llegó a su quinta edición habiendo superado el mayor traspiés: la lluvia que cayó de manera incesante durante todo el sábado y que incluso puso en peligro la continuidad del mercado. Ayer, sin lluvia pero con frío, la ciudad estaba ocupada por el gentío, los aparcamientos estaban con el cártel de completo y en los restaurantes de la zona había colas.
El año pasado los organizadores consideraban que habían pasado por la feria unas 60.000 personas. La lluvia truncó las previsiones de aumentar la afluencia en esta edición. La cifra que se dio ayer era de 50.000, 35.000 el domingo, lo que fue considerado un éxito por la organización. Ya al mediodía no cabía un alfiler en las calles que albergaban el evento.
Por las calles del entorno del Ayuntamiento se repartían los 175 artesanos, los que venden productos de elaboración propia y los que enseñan viejos oficios.
Calles, tiendas y puestos tomaron un aire medieval que se completa con las actuaciones que escenifican distintos episodios de la historia de la ciudad y de las disputas que vivió Manresa para poder lograr que el obispo de Vic depusiera su oposición a la construcción de un canal que llevaba el agua desde Balsareny hasta Manresa en un recorrido de unos 20 kilómetros.
La leyenda cuenta que un rayo de luz de Montserrat que se introdujo en la iglesia del Carmen derrotó finalmente al poder eclesiástico y, precisamente, la exposición vive su punto álgido hacia las ocho de la tarde, cuando se escenifica la llegada del citado haz ante millares de personas.
En esta edición, además, las autoridades locales han dado un paso definitivo de apoyo a la fiesta al aceptar vestirse de época para encarnar el papel de consejeros de la ciudad. El alcalde, Jordi Valls, acompañado por los concejales Ramon Fontdevila y Josep Camprubí, recibieron al personaje del rey Pere III y a todo su séquito.
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