_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los otros de siempre

Leo (Abc, ayer) que tres de cuatro reclusos son reincidentes. Leo que un gran porcentaje de los presos son extranjeros y que el Gobierno deniega permisos de residencia y trabajo a 200.000 inmigrantes: irán a nutrir la delincuencia. El aumento de los delitos tiene como origen a extranjeros y menores. Vengo de Barcelona, donde un psiquiatra forense me señala que el mayor número de presos son de origen no catalán. Si al cielo van 'los de siempre', a la cárcel también. Y el delincuente reincide porque está en su naturaleza. No digo 'naturaleza' a la manera lombrosiana desprestigiada de que ciertos lóbulos dirigen el cerebro al crimen, sino del lugar de su nacimiento: nacen donde no se come, la naturaleza divina o la ley humana no están decididas a que coman o se abriguen o amen por derecho, y acuden al delito. Salen, siguen sin comer -la sociedad tiene un motivo legal para rechazarlos y para acusarlos de todo- y reinciden. ¿Qué hace una persona sin papeles? Su sola existencia, el no-ser, no-estar, es ya un delito.

La respuesta de la sociedad, según los informes -Interior, policía, fiscales-, debe ser el endurecimiento de las penas: 'Arbitrar alguna medida', que se proceda a la expulsión de los inmigrantes delincuentes 'para poner coto a situaciones escandalosas'; los fiscales quieren -con respecto a los menores- 'ampliar la medida cautelar de internamiento'.

Hubo tiempos, y filósofos, economistas, moralistas incluso -con todo el peligro social que representa un moralista-, que pretendieron una especie de reparto social al que llamaron 'redistribución de la riqueza' para salvar su vida mediante el eufemismo de la 'guerra de clases', hubo otros que quisieron ponerla en práctica mediante revoluciones, que son en sí un delito. Otros tiempos. Hoy se ha aceptado que esto es así y se ha convertido en una forma de libertad en uno de sus aspectos nominales más repugnantes: que todo el mundo tiene las mismas oportunidades, y que la libre concurrencia hace que el que trabaje y sea listo gane el dinero, y el vago, tonto, malo o inepto acumule la pobreza: pero son los de siempre, y conocen por sus genes el camino de la cárcel como las aves migratorias saben dónde pasar el invierno.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_