El jaque vuelve a Kabul
Afganistán levanta la prohibición y organiza un torneo con 138 jugadores
El ajedrez es una de las actividades prohibidas por el régimen talibán que ha vuelto a las calles de Kabul. Tras cinco años de partidas clandestinas de alto riesgo, 138 jugadores disputaron un torneo la semana pasada en total libertad. Lo más difícil fue conseguir tableros y piezas, destruidos por la policía o por ciudadanos aterrorizados.
La convocatoria del torneo fue descubierta casualmente por Patrick Cockburn, enviado especial del diario británico The Independent, cuando compró un tablero para su hijo, pero sin piezas. El tendero le explicó: "Las escondí tan bien, por miedo a la policía, que ahora no las encuentro". El ajedrez se impartía como asignatura en los colegios de Afganistán durante la ocupación soviética, desde 1987. Pero los talibán, que tomaron el poder en 1994, lo erradicaron: la interpretación más radical del Corán y de la ley islámica, que prohibe la representación de figuras humanas o de animales, relaciona la práctica del ajedrez con los juegos de apuestas, el consumo de alcohol y el abandono de la oración. Sin embargo, los musulmanes desempeñaron un papel clave en la expansión del ajedrez desde India y Persia: lo trajeron a España en el siglo VIII, desde donde se extendió por Europa y América.
El testimonio de Cockburn encaja bien con el que Ajmal Jamshidi, secretario general de la Federación Afgana de Ajedrez, ofreció hace un año a EL PAÍS desde su exilio en Amsterdam: "En 1994 había unos 20.000 ajedrecistas activos en Afganistán. Muchos de ellos huyeron. De los que se quedaron, más de 1.900 fueron detenidos por sus actividades políticas o, simplemente, cuando participaban en torneos de ajedrez clandestinos. Entre estos había destacados intelectuales, líderes de comunidades y antiguos oficiales del ejército. Nos consta que fueron salvajemente torturados en su mayoría, y que más de doce murieron durante el arresto. Todos los clubes de ajedrez fueron destruidos. Los tableros, las piezas y los relojes se vendieron en Pakistán, y los libros técnicos se quemaron".
El torneo de la semana pasada fue todo un acontecimiento, a pesar de que muchas partidas tuvieron que disputarse en el suelo, por falta de mesas y sillas. Su organizador, Mohamed Akbar Salam, profesor de la Universidad de Kabul, explicó a The Independent el drástico cambio de ambiente: "Cuando jugaba con mis amigos [bajo el Gobierno ahora derrocado], uno de nosotros hacía guardia en la puerta por si se acercaba algún talibán".
La competición estuvo a punto de no celebrarse por falta del material básico, pero Salam descubrió que algunos ajedrecistas, como el citado tendero, habían escondido los tableros y piezas en lugar de quemarlos o venderlos: "Como en los bazares sólo encontré unos pocos juegos, y todos eran muy caros, pedí a los jugadores inscritos que trajeran los suyos". En 1996, durante la Olimpiada de ajedrez de Yereván (Armenia), la Federación Afgana presentó una selección de exiliados; su equipaje incluía unas alfombras, cuya venta entre los participantes sirvió para pagar la odisea de su viaje. Afganistán era el único país del mundo donde el ajedrez estaba prohibido.
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