Ese dichoso disco

Como artista becado por la Diputación de Vizcaya en 1996, he recibido el CD-Rom que se supone que presenta mi trabajo, junto al de otros artistas, todos ellos antiguos becarios. Este CD-Rom ha sido editado a iniciativa de la Diputación y elaborado por la Sala Rekalde, que confió la coordinación del proyecto a José María Argumedo. Recibí cuatro ejemplares.

En una de las imágenes, sobre un dibujo en el que yo he trazado líneas negras y rectas, aparece una raya verduzca que se lee como un trazo, como un gesto que cualquiera que conozca mi trayectoria, sabrá que yo no he hecho. Una curva verduzca, justo en el interior del dibujo.

Yo presté para el CD la reproducción en perfecto estado de cuatro obras. Cada obra era reproducida en dos soportes distintos, una en diapositiva y otra en papel. También facilité un currículo. Se las di al coordinador del proyecto, en mano. El día que le pedí que me devolviera la documentación, me explicó que no sabía dónde estaban las diapositivas y me dio en un sobre cerrado las cuatro fotos (en papel) y por error, el currículo de otra persona. Ahora se argumenta que la raya verduzca estaba en una de esas diapositivas perdidas.

Para más desafuero, en el CD, a mi número de teléfono le falta una cifra y mi dirección electrónica no aparece. Me dicen que si mi dirección electrónica no figura, es porque yo nunca la he facilitado. He estado llamando regularmente a José María Argumedo que, por su parte, nunca me ha llamado para informarme de nada. Hubiera podido aprovechar para preguntarme si tengo una dirección electrónica. Hubiera debido, sobre todo, enviarme una maqueta antes de publicar algo que lleva mi nombre y que está hoy distribuido a más de 400 ejemplares. Mi obra aparece desfigurada y se entiende como lo que no es. El daño es grave.

Poner mi obra a su disposición, facilitarles documentos y tratar de estar en contacto con su coordinador ha sido en mi propio interés, pero también ha sido trabajar para la Diputación (en el cumplimiento de su función pública en materia de cultura) y para la Sala Rekalde. El desenlace ilustra una falta de reconocimiento de mis competencias profesionales y de respeto por mi labor. Temo que sea, en realidad, el resultado de una falta de reconocimiento de los artistas en general.

He hablado con Koldo Narbaiza, responsable de cultura de la Diputación, a quien he enviado de nuevo foto, diapositiva y hectacrome, para que corrija al menos la página electrónica de la Diputación. Hasta hoy no ha habido una rueda de prensa para explicar que la Diputación difunde, en ese CD enviado por correo, una imagen falsa de mi trabajo. No se ha hecho el esfuerzo de recuperar los CD-Roms difundidos en esas condiciones. Narbaiza me asegura que han suspendido definitivamente los envíos a galerías y a centros de arte o a centros culturales. No es suficiente. La Diputación tiene que asumir sus responsabilidades, conmigo como artista y con los ciudadanos como ciudadanos: un CD que no debe ser difundido es dinero tirado, dinero público.