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El dinero se refugia en las simcav

El patrimonio de las sociedades de inversión aumentó en 4.561 millones de euros en 2001

Los datos llaman la atención. En 2001, el patrimonio de las sociedades de inversión mobiliaria de capital variable (simcav) aumentó en 4.561 millones de euros (760.000 millones de pesetas), mientras que el de los fondos de inversión mobiliaria (FIAMM y FIM, mixtos o puros de renta fija o variable) cayó en 5.255 millones de euros (875.000 millones de pesetas).

Cuando una simcav está debidamente registrada, sus beneficios tributan al 1% en el impuesto de sociedades, frente al 35% general
La patronal Inverco calcula que las sociedades de inversión podrían cerrar el año con un patrimonio de 24.000 millones de euros
De las poco más de 50 simcav que existían en 1995 se ha pasado a 2.000, que gestionan un patrimonio de 2.509 millones de euros

Las simcav son sociedades anónimas que necesitan para nacer un capital mínimo de 2,4 millones de euros (400 millones de pesetas) y 100 socios como mínimo. Supone, además, asumir, al menos de forma inicial, un volumen de gastos (formalización, documentación, registro...) importante. Ninguna de estas trabas parece plantear problemas. De forma general, son las personas con patrimonios personales o familiares elevados y complejos, y con un alto nivel impositivo, quienes utilizan este tipo de sociedad. A pesar de que desde hace más de un año, únicamente se permite la inscripción de la sociedad de inversión mobiliaria certificando que existen 100 socios (aunque sólo uno presente la documentación), no resulta muy complicado (se cuenta con la ayuda de las sociedades gestoras encargadas de poner en marcha y gestionar las simcav), conseguir accionistas prestados (con una participación mínima), bien procedentes de otras simcav o de la propia gestora.

Frente a estos teóricos inconvenientes, las ventajas. La primera de ellas radica en que el accionista tiene poder de decisión sobre la política de inversión de su simcav que, salvo entre un 3% y hasta un 10%, está prácticamente libre mientras el destino del patrimonio sean valores negociados en mercados organizados de negociación ubicados en un Estado miembro de la OCDE. Estas sociedades permiten a sus titulares diseñar y modificar tantas veces y tan rápidamente como deseen su política de inversión, pues son éstos y no las gestoras (a no ser que reciban un mandato expreso) quienes deciden el destino del capital acumulado.

Las otras dos ventajas son de carácter fiscal. Cuando una simcav está debidamente inscrita y registrada y pasa a estar admitida a negociación en los mercados de valores, se logra que sus beneficios tributen al 1% en el impuesto de sociedades, frente al 35% general. De esta forma, las plusvalías obtenidas por, por ejemplo, la compraventa de acciones tributan tan sólo por ese 1% mientras permanecen en la sociedad. Es esta última una cuestión importante. Los socios de una simcav no pagan impuestos personales hasta que venden sus acciones de la sociedad. Como cualquier otro título-valor, cuando éstos se enajenan, si tienen una antigüedad superior a los doce meses, las ganancias tributan al 18%.

Estrategias inversoras

En tiempos de inestabilidad bursátil como los que se viven en los mercados de valores desde hace ya muchos meses, es bastante beneficioso poder modificar sin coste fiscal alguno las estrategias inversoras. Gracias a una simcav es posible deshacer posiciones en renta variable, consolidar ganancias si las hay, sólo pagar un mínimo de impuestos por ellas y recolocar el ahorro en posiciones conservadoras. Si es un particular, sin simcav, quien realiza estas mismas operaciones se encontrará de frente con Hacienda, pues, si las ganancias se han obtenido en un plazo inferior al año, tributan a su tipo marginal (entre un 18% y hasta un 48%).

Estas dos ventajas fiscales sirven, además, para compensar, si el inversor dispone de un volumen de patrimonio significativo y es moderadamente activo en sus inversiones, los costes de formalización y administración que conlleva la creación y mantenimiento de la sociedad.

Bajo estas especiales condiciones de gestión y tributarias (en las simcav sólo se admiten aportaciones en metálico, no en especie, por lo que previamente algunos particulares se ven en la obligación de deshacer la totalidad o parte de sus inversiones y por ello pagar impuestos) no resulta extraño comprobar su espectacular crecimiento. De las poco más de 50 simcav que existían en 1995 a las más de 2.000 de la actualidad. De un patrimonio de 2.509 millones de euros (417.000 millones de pesetas) hace seis años, a otro de 20.000 millones de euros (3,3 billones) al cierre de 2001.

Para este año, las entidades gestoras no creen que las tan de moda sociedades de inversión mobiliaria puedan mantener el elevado ritmo de crecimiento patrimonial de 2001 (cerca de un 30% a pesar de la caída en la valoración de las carteras bursátiles), si bien lo sitúan por encima del 10% neto. Desde la patronal Inverco se señala que las sociedades de inversión (básicamente simcav) podrían cerrar el año con un patrimonio de 24.000 millones de euros.

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