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Columna
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Pobreza

La mano de un politólogo callejero ha ilustrado las paredes de Granada con una aseveración matemática: PSOE = + moros. No se trata de un ejemplar para bibliófilos, ni de un ensayo dirigido a los especialistas, porque semejante reflexión sobre la vida española contemporánea ha alcanzado una tirada muy notable. Yo la he visto en las paredes del centro histórico, en las tapias de los suburbios, en los puentes de las autopistas (y hasta en los ojos de muchos paseantes). Este fogonazo en las listas de ventas de las pintadas urbanas no debe su éxito intelectual a la tesis defendida, porque no hace falta un análisis muy riguroso para descartar las complicidades del socialismo en la reconquista del territorio peninsular que están protagonizando los ejércitos árabes. La oportunidad de esta reflexión política hay que buscarla en su conocimiento profundo, autobiográfico y sentido de la realidad española. Al inventarse un ataque al PSOE, la mano del politólogo no ha querido denunciar uno de sus defectos, sino difundir algo que pueda hacerle daño. Y nada puede hacer más daño en nuestro país que una sospecha de piedad, un leve gesto de comprensión ante los árabes miserables de las pateras. Los moros ricos no entran en el campo de estudio abordado por este pensador de brocha gorda. La derecha española soportará todos los escándalos económicos y todas las desfachateces políticas, porque nada le importa más a nuestra sociedad que distinguirse bien de los moros. Y no es que representen un peligro muy grave, es que al alejarnos de ellos nos sentimos definitivamente integrados en la modernidad. Este ya no es un país de emigrantes, y eso se demuestra despreciando a los inmigrantes, sean moros o sean ecuatorianos. Andalucía es ahora una región del Norte. Cualquier día empieza a nevar sobre nuestras urbanizaciones playeras.

Como estamos en el año de su centenario, resulta oportuno acordarse de Luis Cernuda. Después de muchos años de exilio en Inglaterra y Estados Unidos, el poeta sevillano viajó a México y sintió una conmoción íntima, que procuró explicarse en su libro Variaciones sobre tema mexicano (1952), un conjunto de poemas en prosa muy relacionado con el ideal vitalista de su antigua Divagación sobre la Andalucía romántica (1935). Cernuda confesó que pudo sentirse humanamente vivo otra vez al recuperar su idioma, algo que no sorprende en un poeta. Pero extraña que agradeciera también la recuperación de la pobreza, la experiencia de la precariedad económica, el contacto con unas gentes que no tenían motivos para despreciar a los miserables, ni para sentirse humillados por la necesidad. Cuando la riqueza pretende defenderse mediante la negación de los otros, en un egoísmo asegurado por el orgullo y el olvido, desaparece la dignidad de la vida y de los cuerpos. Cernuda llegó a odiar la piel blanca del Norte, porque la identificó con una sociedad que había hecho incompatibles el espíritu y el lujo. Cada vez que veo la pintada PSOE= + moros, y más allá del cualquier razonamiento, comprendo las simpatías instintivas que Cernuda sintió por la pobreza en México. Vivir en España empieza a significar también una condena de exilio interior.

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