Venden la pieza sin abatirla
Vaya por Dios. El titular de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, no presidirá el Comité de las Regiones de la Unión Europea (CdR). Habrá de esperar al 2004, si bien no se quedará hasta entonces mano sobre mano ni en mera figura subalterna. Asumirá una vicepresidencia nutrida de contenido, participará en la Convención que, al amparo del líder francés Valery Giscart d'Estaing, diseñará el futuro de la Unión, e incluso dispondrá de un despacho propio para tales menesteres, si bien confiamos en que no se muestre a este respecto tan exigente en punto a ringorangos ofimáticos y financiación como el mentado político galo, que tiene escandalizados a los eurócratas de Bruselas.
No está mal la cosa, y hasta puede decirse que merecería ser celebrada como un triunfo personal del molt honorable y de su partido. Sin embargo, resulta llamativa la consternación de sus huestes, sobre todo las domésticas, por esa espera a la que obliga la elección del laborista inglés Albert Bore, que presidirá el CdR durante este próximo bienio. Se habían hecho tantas ilusiones en que nada ni nadie les arrebataría la poltrona que ahora conmueve ver cómo hacen de tripas de corazón para vendernos las excelencias de lo que, en su fuero interno, ha sido una derrota debida a la traición de los socialistas españoles, rendidos a la disciplina de su grupo parlamentario europeo antes que al patriotismo constitucional que se les debe suponer.
Ya se les pasará y quizá tengan también la fortaleza de ánimo para hacer autocrítica y comprender el error que cometieron cuando nos vendieron la pieza antes de abatirla. No sólo exageraron la importancia ejecutiva y orgánica del referido organismo, sino que dieron por hecha la obtención de la presidencia al primer envite. Y eso, al mismo tiempo que, desde Madrid, se le ponía sordina a la euforia regionalista de nuestro dirigente autonómico, volcado en un europeísmo que no sintoniza obviamente con el que se cultiva en Moncloa. Pero es muy propio de la casa, digo del PP valenciano, doblar las campanas por acontecimientos y realidades por igual virtuales.
Los socialistas, por su parte, habrán de echar cuentas asimismo y sopesar la incoherencia que significa minusvalorar, como hicieron, el CdR, reputándolo de premio irrelevante de consolación, y, todo a la vez, movilizarse para trabar el ascenso de Zaplana a la presidencia. Pueden alegar, como hacen, que para ellos prima la disciplina ideológica y de grupo, lo que se comprende bien y hasta se aplaude por parte de los europeístas de toda laya. Está por ver que lo comprenda así el chauvinismo valenciano, más proclive a respaldar a un coterráneo que al alcalde de Birmingham, como es el caso. El PP ya está explotando el filón.
Y una nota final acerca de ese personaje pintoresco que es José Bono, presidente de Castilla-La Mancha. Como suele, ha hecho la guerra por su cuenta y se ha apuntado a la candidatura popular. Tanta frecuentación de obispos y opulentos, por su parte, anticipaba este sesgo. A lo peor, en ello fundaba Zaplana sus previsiones parcialmente frustradas. Pero que no olvide el moltho que esa aireada colaboración de hoy puede ser letal mañana.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.