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Tribuna:DEBATE ANTE EL CONGRESO DEL PSE-EE
Tribuna
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Enemigos y adversarios

El autor aclara cuál es exactamente su posición, en respuesta a las críticas a su documento formuladas por Aurelio Arteta en este diario, y aboga por evitar que Euskadi sea un 'escenario de discordia civil permanente'

Es de agradecer que, después de todo el ruido mediático organizado por el documento que preparé para la frustrada Conferencia Política del Partido Socialista de Euskai-EE, se publique al fin un artículo dedicado a analizarlo en profundidad. Agradezco, igualmente, que la crítica de Aurelio Arteta a mis tesis ('¿Se confundirán de enemigos?', publicado en EL PAÍS el 21 de enero) se haya centrado en lo que dicen realmente y no en lo que se me ha hecho decir: por ejemplo, que defiendo una consulta popular sobre la autodeterminación. No es algo de importancia menor, teniendo en cuenta que fue este falso supuesto lo que, según se ha dicho reiteradamente, me enfrentaba radicalmente a las posiciones defendidas por Nicolás Redondo.

'No acierto a entender qué imperativos éticos impiden que pueda criticar al PP vasco'
'En estas políticas de unidad democrática tienen que estar los nacionalistas'
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Cartas:: La opinión de los lectores

Y es importante, asimismo, que Aurelio Arteta reconozca conmigo lo correcto del diagnóstico que expresé sobre la situación política del País Vasco, cuando comparte, por ejemplo, la afirmación de que 'hoy, en Euskadi, están comprometidos los derechos y libertades ciudadanas, que son el fundamento democrático de la paz social', hasta el punto de que su vulneración constante por el terrorismo es 'el principal problema', 'el problema vasco con mayúsculas'.

Lo que critica, por tanto, no es aquello que directamente se me echó en cara y me ha valido el calificativo de 'filonacionalista'. Lo que critica, en el fondo, es, paradójicamente, que un dirigente socialista abogue, en un documento interno de su partido, por que el socialismo vasco adquiera mayor presencia y protagonismo en la vida política vasca. Aunque Aurelio Arteta no se exprese en esos términos, viene casi a sugerirlos cuando da a entender que no hay motivos para diferenciarse de la política de la derecha en determinadas cuestiones políticas de fondo.

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En el artículo de Aurelio Arteta se alude a una supuesta incoherencia, al primar, por un lado, la unión de los demócratas contra el terrorismo y decir, más adelante, que 'lo más decisivo será rescatar un proyecto autónomo', 'una oposición propia, sin entendimientos globales con nadie y desmarcándose de la oposición que representa el PP'. Citado así, la verdad es que no reconozco el documento sino una caricatura que se hace del documento, por una lectura incompleta y apresurada del mismo.

Lo que en él dejé escrito, y sigo manteniendo, es que: 1. Las señas de identidad del socialismo vasco no se han resentido, sino todo lo contrario, por haber coincidido con el PP en la defensa firme de las libertades y el Estado de derecho; 2. Nuestro error político fundamental ha consistido no en esa coincidencia sino en 'habernos dejado atrapar en una coincidencia estratégica con la derecha, obviando de algún modo las innegables diferencias que nos separan del PP'; y 3. 'El PSE-EE necesita recuperar, o al menos hacer más visible, su propio espacio'. Y ello porque, según argumentaba, 'aun defendiendo (con el PP) valores compartidos' y 'una misma lucha contra el terrorismo y totalitarismo de ETA, mantenemos posiciones muy distantes en cuestiones relevantes y de importancia estratégica'.

Entre ellas, mencionaba 'la articulación de la unidad democrática frente a ETA, la actitud frente a determinados consensos básicos, la visión, para nosotros más dinámica, del Estatuto de Autonomía o el engarce de la cuestión vasca en una visión de Estado, y una determinada construcción de la España de las autonomías'. 'En estas diferencias -añadía-, en aquello en que los socialistas vascos nos diferenciamos del PP, residen algunas claves importantes de una alternativa de Gobierno al nacionalismo que resulte creíble, porque son las que permiten trabajar con rigor y con visión de país, y no con electoralismo de corto alcance, para ofrecer respuestas a las incertidumbres de nuestro presente y nuestro inmediato futuro'.

'Respuestas -precisaba a continuación- que no ha sido capaz de ofrecer una oposición revanchista como la practicada por el PP, mucho más interesado en hacer antinacionalismo puro y duro, en busca de réditos electorales, que en presentar alternativas serias a la política excluyente del nacionalismo gobernante, siguiendo el estilo oportunista que le ha caracterizado a lo largo de los últimos años'.

Explicada así, en sus términos exactos, la posición que el documento mantiene con respecto al PP se encuentra mucho más fundamentada que en la versión simplificada que se contiene en el artículo de Aurelio Arteta. Y nada tiene de incoherencia teórica, ni mucho menos está motivada por la cobardía moral. Llevo, con el resto de mis compañeros, demasiados años en la política vasca afrontando riesgos como para tomarme en serio estas acusaciones.

Por otra parte, no acierto a entender qué extraños imperativos éticos impiden que un dirigente del Partido Socialista de Euskadi pueda criticar a la derecha vasca en un documento para el debate interno de su partido. Me gustaría que Aurelio Arteta me lo aclarara; que me aclarara si un socialista vasco tiene, al menos, el mismo derecho para criticar a la derecha que el que asiste a la derecha para criticarnos a nosotros, y no sólo en el ámbito estricto de su política de partido sino desde las más altas instancias del Gobierno que preside José María Aznar.

Pero no quiero esquivar otras cuestiones de fondo de su artículo. Comparto la aversión de Aurelio Arteta hacia el nacionalismo étnico y la erosión constante de los valores democráticos que implica. Denunciarlo abiertamente nos ha costado romper con un Gobierno y pasar a la oposición. De forma reiterada hemos combatido, dentro y fuera del Parlamento vasco, el maximalismo excluyente de los actuales dirigentes del nacionalismo, porque la reivindicación consecuente del pluralismo de la sociedad vasca sigue siendo una seña de identidad del Partido Socialista de Euskadi. De ahí no nos vamos a apear.

Y precisamente por eso, lejos de contemporizar con el nacionalismo, proponía en el documento que redacté, a petición de la Ejecutiva del PSE-EE, discutir abiertamente al nacionalismo su pretensión de ser en exclusiva el defensor de 'lo nuestro', es decir, de los intereses vascos. Una pretensión que, según añadía, 'choca abiertamente con la realidad de los últimos años. Porque si en algo no se ha distinguido ni PNV ni EA en todo este periodo, es en haber estado, como hemos estado los socialistas, en primera línea en la defensa de nuestras libertades, nuestra legalidad democrática, nuestras instituciones, nuestra Ertzaintza, nuestros intelectuales, nuestra Universidad, nuestros periodistas..., en definitiva, en la defensa de todo aquello que pertenece a todos los vascos y con lo que los vascos se sienten más identificados'.

Dicho todo lo cual, añadiré que no quiero equivocarme de enemigo. Mi enemigo no es el nacionalismo. Mi enemigo es ETA y quienes apoyan las acciones terroristas de ETA. Mi enemigo es quien practica el asesinato como arma política y quien lo disculpa y no lo condena. Y quiero trabajar por que puedan irse desarrollando políticas de unidad democrática para dejar sin oxígeno a ETA y a quienes le apoyan. Y en esas políticas de unidad democrática tienen que estar los nacionalistas, como estuvieron durante largos años a través del Pacto de Ajuria Enea; como están junto a nosotros en las manifestaciones unitarias de rechazo al terrorismo en los ayuntamientos; o como lo han estado para sacar iniciativas conjuntas, como la propuesta parlamentaria de apoyo a los jueces vascos tras el asesinato de José María Lidón.

El deslizamiento peligroso a posiciones radicales de los actuales dirigentes del nacionalismo no nos puede llevar a hacer afirmaciones simplistas ni a meter al conjunto del nacionalismo en un mismo saco, olvidándonos de sus tradiciones democráticas y de tantos de sus militantes que defienden tenazmente las libertades en muchos municipios de Euskadi, poniendo incluso en riesgo su propia seguridad. Usua Busca, concejala de EA en el Ayuntamiento de Zumárraga, que se ha visto obligada a dimitir por las presiones del entorno de ETA, podría ser un ejemplo reciente, aunque, afortunadamente, no es el único. Por estos y otros motivos, no es ni justo ni conveniente situar al nacionalismo en bloque al otro lado de la barricada ni a secundar la conclusión peligrosa que parece desprenderse del razonamiento de Aurelio Arteta cuando se refiere al nacionalismo etnicista.

Una conclusión que podría resumirse del siguiente modo: como la verdadera dolencia del País Vasco no es el terrorismo, sino el nacionalismo étnico, del que el terrorismo es la expresión más sangrante, y como, además, el etnicismo está en la base misma de la doctrina del nacionalismo, la obligación de todo aquel que quiera defender consecuentemente la democracia en el País Vasco será combatir en el mismo plano al nacionalismo y al terrorismo. Lo cual equivale a decir que la unidad democrática contra el terrorismo nos lleva en la práctica no a tratar de aislar a ETA y a quienes apoyan a ETA sino a hacer un frente común contra el nacionalismo. Nos lleva al enfrentamiento de una mitad del país con la otra mitad. En lugar de hacer todo lo posible por hacer sentir al terrorismo que se encuentra solo y sin apoyos, le proporcionamos la comodidad de situarlo diluido en un amplio frente de carácter nacionalista.

Supongo que no es eso lo que Aurelio Arteta persigue, pero algunas de sus afirmaciones, si no se matizan convenientemente, pueden conducir a esta situación nada deseable. Y yo, político vasco, amo demasiado a mi país para dejar que esto ocurra. Por eso sigo distinguiendo entre adversarios políticos, por profundas que sean las divergencias que tenga con ellos, y enemigos. Porque es necesario evitar por todos los medios posibles que el País Vasco se convierta en un escenario de discordia civil permanente. En tal situación habríamos concedido a ETA su mejor victoria.Es de agradecer que, después de todo el ruido mediático organizado por el documento que preparé para la frustrada Conferencia Política del Partido Socialista de Euskai-EE, se publique al fin un artículo dedicado a analizarlo en profundidad. Agradezco, igualmente, que la crítica de Aurelio Arteta a mis tesis ('¿Se confundirán de enemigos?', publicado en EL PAÍS el 21 de enero) se haya centrado en lo que dicen realmente y no en lo que se me ha hecho decir: por ejemplo, que defiendo una consulta popular sobre la autodeterminación. No es algo de importancia menor, teniendo en cuenta que fue este falso supuesto lo que, según se ha dicho reiteradamente, me enfrentaba radicalmente a las posiciones defendidas por Nicolás Redondo.

Y es importante, asimismo, que Aurelio Arteta reconozca conmigo lo correcto del diagnóstico que expresé sobre la situación política del País Vasco, cuando comparte, por ejemplo, la afirmación de que 'hoy, en Euskadi, están comprometidos los derechos y libertades ciudadanas, que son el fundamento democrático de la paz social', hasta el punto de que su vulneración constante por el terrorismo es 'el principal problema', 'el problema vasco con mayúsculas'.

Lo que critica, por tanto, no es aquello que directamente se me echó en cara y me ha valido el calificativo de 'filonacionalista'. Lo que critica, en el fondo, es, paradójicamente, que un dirigente socialista abogue, en un documento interno de su partido, por que el socialismo vasco adquiera mayor presencia y protagonismo en la vida política vasca. Aunque Aurelio Arteta no se exprese en esos términos, viene casi a sugerirlos cuando da a entender que no hay motivos para diferenciarse de la política de la derecha en determinadas cuestiones políticas de fondo.

En el artículo de Aurelio Arteta se alude a una supuesta incoherencia, al primar, por un lado, la unión de los demócratas contra el terrorismo y decir, más adelante, que 'lo más decisivo será rescatar un proyecto autónomo', 'una oposición propia, sin entendimientos globales con nadie y desmarcándose de la oposición que representa el PP'. Citado así, la verdad es que no reconozco el documento sino una caricatura que se hace del documento, por una lectura incompleta y apresurada del mismo.

Lo que en él dejé escrito, y sigo manteniendo, es que: 1. Las señas de identidad del socialismo vasco no se han resentido, sino todo lo contrario, por haber coincidido con el PP en la defensa firme de las libertades y el Estado de derecho; 2. Nuestro error político fundamental ha consistido no en esa coincidencia sino en 'habernos dejado atrapar en una coincidencia estratégica con la derecha, obviando de algún modo las innegables diferencias que nos separan del PP'; y 3. 'El PSE-EE necesita recuperar, o al menos hacer más visible, su propio espacio'. Y ello porque, según argumentaba, 'aun defendiendo (con el PP) valores compartidos' y 'una misma lucha contra el terrorismo y totalitarismo de ETA, mantenemos posiciones muy distantes en cuestiones relevantes y de importancia estratégica'.

Entre ellas, mencionaba 'la articulación de la unidad democrática frente a ETA, la actitud frente a determinados consensos básicos, la visión, para nosotros más dinámica, del Estatuto de Autonomía o el engarce de la cuestión vasca en una visión de Estado, y una determinada construcción de la España de las autonomías'. 'En estas diferencias -añadía-, en aquello en que los socialistas vascos nos diferenciamos del PP, residen algunas claves importantes de una alternativa de Gobierno al nacionalismo que resulte creíble, porque son las que permiten trabajar con rigor y con visión de país, y no con electoralismo de corto alcance, para ofrecer respuestas a las incertidumbres de nuestro presente y nuestro inmediato futuro'.

'Respuestas -precisaba a continuación- que no ha sido capaz de ofrecer una oposición revanchista como la practicada por el PP, mucho más interesado en hacer antinacionalismo puro y duro, en busca de réditos electorales, que en presentar alternativas serias a la política excluyente del nacionalismo gobernante, siguiendo el estilo oportunista que le ha caracterizado a lo largo de los últimos años'.

Explicada así, en sus términos exactos, la posición que el documento mantiene con respecto al PP se encuentra mucho más fundamentada que en la versión simplificada que se contiene en el artículo de Aurelio Arteta. Y nada tiene de incoherencia teórica, ni mucho menos está motivada por la cobardía moral. Llevo, con el resto de mis compañeros, demasiados años en la política vasca afrontando riesgos como para tomarme en serio estas acusaciones.

Por otra parte, no acierto a entender qué extraños imperativos éticos impiden que un dirigente del Partido Socialista de Euskadi pueda criticar a la derecha vasca en un documento para el debate interno de su partido. Me gustaría que Aurelio Arteta me lo aclarara; que me aclarara si un socialista vasco tiene, al menos, el mismo derecho para criticar a la derecha que el que asiste a la derecha para criticarnos a nosotros, y no sólo en el ámbito estricto de su política de partido sino desde las más altas instancias del Gobierno que preside José María Aznar.

Pero no quiero esquivar otras cuestiones de fondo de su artículo. Comparto la aversión de Aurelio Arteta hacia el nacionalismo étnico y la erosión constante de los valores democráticos que implica. Denunciarlo abiertamente nos ha costado romper con un Gobierno y pasar a la oposición. De forma reiterada hemos combatido, dentro y fuera del Parlamento vasco, el maximalismo excluyente de los actuales dirigentes del nacionalismo, porque la reivindicación consecuente del pluralismo de la sociedad vasca sigue siendo una seña de identidad del Partido Socialista de Euskadi. De ahí no nos vamos a apear.

Y precisamente por eso, lejos de contemporizar con el nacionalismo, proponía en el documento que redacté, a petición de la Ejecutiva del PSE-EE, discutir abiertamente al nacionalismo su pretensión de ser en exclusiva el defensor de 'lo nuestro', es decir, de los intereses vascos. Una pretensión que, según añadía, 'choca abiertamente con la realidad de los últimos años. Porque si en algo no se ha distinguido ni PNV ni EA en todo este periodo, es en haber estado, como hemos estado los socialistas, en primera línea en la defensa de nuestras libertades, nuestra legalidad democrática, nuestras instituciones, nuestra Ertzaintza, nuestros intelectuales, nuestra Universidad, nuestros periodistas..., en definitiva, en la defensa de todo aquello que pertenece a todos los vascos y con lo que los vascos se sienten más identificados'.

Dicho todo lo cual, añadiré que no quiero equivocarme de enemigo. Mi enemigo no es el nacionalismo. Mi enemigo es ETA y quienes apoyan las acciones terroristas de ETA. Mi enemigo es quien practica el asesinato como arma política y quien lo disculpa y no lo condena. Y quiero trabajar por que puedan irse desarrollando políticas de unidad democrática para dejar sin oxígeno a ETA y a quienes le apoyan. Y en esas políticas de unidad democrática tienen que estar los nacionalistas, como estuvieron durante largos años a través del Pacto de Ajuria Enea; como están junto a nosotros en las manifestaciones unitarias de rechazo al terrorismo en los ayuntamientos; o como lo han estado para sacar iniciativas conjuntas, como la propuesta parlamentaria de apoyo a los jueces vascos tras el asesinato de José María Lidón.

El deslizamiento peligroso a posiciones radicales de los actuales dirigentes del nacionalismo no nos puede llevar a hacer afirmaciones simplistas ni a meter al conjunto del nacionalismo en un mismo saco, olvidándonos de sus tradiciones democráticas y de tantos de sus militantes que defienden tenazmente las libertades en muchos municipios de Euskadi, poniendo incluso en riesgo su propia seguridad. Usua Busca, concejala de EA en el Ayuntamiento de Zumárraga, que se ha visto obligada a dimitir por las presiones del entorno de ETA, podría ser un ejemplo reciente, aunque, afortunadamente, no es el único. Por estos y otros motivos, no es ni justo ni conveniente situar al nacionalismo en bloque al otro lado de la barricada ni a secundar la conclusión peligrosa que parece desprenderse del razonamiento de Aurelio Arteta cuando se refiere al nacionalismo etnicista.

Una conclusión que podría resumirse del siguiente modo: como la verdadera dolencia del País Vasco no es el terrorismo, sino el nacionalismo étnico, del que el terrorismo es la expresión más sangrante, y como, además, el etnicismo está en la base misma de la doctrina del nacionalismo, la obligación de todo aquel que quiera defender consecuentemente la democracia en el País Vasco será combatir en el mismo plano al nacionalismo y al terrorismo. Lo cual equivale a decir que la unidad democrática contra el terrorismo nos lleva en la práctica no a tratar de aislar a ETA y a quienes apoyan a ETA sino a hacer un frente común contra el nacionalismo. Nos lleva al enfrentamiento de una mitad del país con la otra mitad. En lugar de hacer todo lo posible por hacer sentir al terrorismo que se encuentra solo y sin apoyos, le proporcionamos la comodidad de situarlo diluido en un amplio frente de carácter nacionalista.

Supongo que no es eso lo que Aurelio Arteta persigue, pero algunas de sus afirmaciones, si no se matizan convenientemente, pueden conducir a esta situación nada deseable. Y yo, político vasco, amo demasiado a mi país para dejar que esto ocurra. Por eso sigo distinguiendo entre adversarios políticos, por profundas que sean las divergencias que tenga con ellos, y enemigos. Porque es necesario evitar por todos los medios posibles que el País Vasco se convierta en un escenario de discordia civil permanente. En tal situación habríamos concedido a ETA su mejor victoria.

Jesús Eguiguren es parlamentario vasco y presidente del Partido Socialista de Euskadi-EE en Guipúzcoa.

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