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ANÁLISIS | NACIONAL
Columna
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La guadaña patriótica

EL TRIBUNAL NACIONAL DE JUSTICIA -pomposo sobrenombre del comité superior de disciplina del PNV- ha expulsado del partido por 'infracción grave' del reglamento disciplinario a su veterano dirigente Emilio Guevara, negociador del Estatuto de Gernika y diputado general de Álava de 1979 a 1983; para adoptar esa medida, el órgano sancionador necesitó cometer antes la irregularidad procesal de forzar la inhibición del tribunal regional de Álava, partidario de calificar la infracción como 'menos grave'. El pecado mortal cometido por el excomulgado fue publicar en Deia -órgano oficioso del partido- una crítica del viraje de Arzalluz desde la autonomía hacia la independencia después de que el PNV firmara, el verano de 1998, un pacto secreto con ETA y un documento público -el Acuerdo de Estella- con Batasuna. Aunque Guevara no tenga pelos en la lengua, su artículo en Deia (o sus colaboraciones en El Correo, interpretadas como una prueba de 'contumacia' por sus inquisidores) no traspasa las fronteras del debate político entre demócratas. La humorística comparación de Arzalluz con el capitán Queeg -el paranoide marino interpretado por Humphrey Bogart en El motín del Caine- hecha por el expulsado es infinitamente más suave que el injurioso tono empleado por el presidente del PNV con sus críticos; sin embargo, la ley del embudo aplicada a este caso reserva la parte ancha para las palabras gruesas de Arzalluz y el orificio estrecho para las bromas de Guevara.

La depuración del antiguo diputado general de Álava es una ominosa advertencia dirigida contra los vascos nacionalistas y demócratas que están a favor de la autonomía y en contra de la independencia

La enmienda de Guevara presentada el 2 de noviembre de 1999 a la ponencia redactada por la dirección del PNV para la asamblea de enero de 2000 trató sin éxito de exponer sus discrepancias dentro de los cauces organizativos. El ex diputado general de Álava criticaba la ambigüedad respecto a la autonomía vasca del documento, denunciaba el ventajista recurso de recordar los incumplimientos del estatuto sin mencionar sus logros, consideraba inviable una mayoría suficiente a favor de la independencia en todos y cada uno de los tres terriorios, le parecía 'humo' exigir la autodeterminación sin precisar sus objetivos y concluía que 'nos hemos metido en un callejón de difícil y angosta salida'.

No sólo los afiliados al PNV carecen, en tanto que militantes, de algunos de los derechos que la Constitución les reconoce como ciudadanos (desde la libertad de expresión hasta las garantías procesales, pasando por el juego limpio electoral): otros partidos incurren en las mismas prácticas. Pero la explosiva mezcla de envejecidas ideas sabinianas, irracionales emociones comunitaristas y fríos intereses económicos llevan al nacionalismo a cultivar en su grado máximo la jerarquía, la ortodoxia y la disciplina conventual o cuartelaria propias de una organización -según Guevara- de carácter 'eclesial'.

El título de una reciente historia del PNV escrita por Santiago de Pablo, Ludger Mees y J. A. Rodríguez Ranz (El péndulo patriótico, Crítica, 2 volúmenes, 1999 y 2001) resume felizmente la permanente oscilación del nacionalismo vasco entre autonomismo e independentismo. Tras la escisión de los años veinte y las tensiones de la década siguiente, el sector mayoritario del nacionalismo vasco pareció orientarse de manera definitiva hacia un compromiso inequívoco con el autonomismo; la pelea de gallos personalista entre Garaikoetxea y Arzalluz, que provocó la escisión de Eusko Alkartasuna en 1986, volvió a poner en marcha el paralizado péndulo. La expulsión de Emilio Guevara es una ominosa advertencia dirigida a los vascos nacionalistas y demócratas que apuestan por la autonomía y contra la independencia: un amplio sector de población, que incluye a muchos militantes y votantes del PNV. Si Arzalluz consiguiera inmovilizar en el punto extremo del independentismo ese péndulo hasta ahora oscilante, el PNV se vería obligado a emplear la guadaña patriótica contra los dirigentes y militantes que defendieran -al igual que Guevara- el estatuto de autonomía como único punto de encuentro posible para una sociedad vasca pluralista.

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