El Deportivo se queda desnudo
El equipo gallego confirma su crisis al caer en Riazor ante el Alavés por un gol de Astudillo
Ya no es ningún secreto: el rey está desnudo y toda la corte lo sabe. Durante un par de semanas, gracias a que se cruzó con rivales de lo más plácido, el Deportivo fue disimulando sus miserias. Pero en cuanto le tocó un adversario de entidad, el Alavés de Jose Manuel Esnal, Mané, el grupo de Javier Irureta volvió a quedar desenmascarado y esta vez en su propio terreno, en ese Riazor que hasta hace poco tiempo le servía para curar las mayores enfermedades.
El Depor vivió la mitad de la noche perdido en el caos y lo pagó muy caro. El equipo sólo supo jugar en el peor momento, cuando la desesperación del marcador en contra convirtió el partido en una batalla imperiosa. Entonces le faltó fortuna para torcer la suerte que se había ganado al inicio.
DEPORTIVO 0| ALAVÉS 1
Deportivo: Molina; Héctor (Víctor m. 46), César, Donato, Romero; Sergio (Pandiani m. 77), Mauro Silva; Roy Makaay, Djalminha, Amavisca; y Diego Tristán (Valerón m. 56). Alavés: Kike; Geli, Coloccini, Téllez, Llorens; Turiel, Pablo; Astudillo, J. Cruyff, Ibón Begoña; y Rubén Navarro (Magno m. 75). Gol: 0-1. M. 42. Falta cerca del vértice derecho del área local que Pablo saca en corto para Rubén Navarro, quien remata raso y fuerte. Molina sólo puede rechazar el balón y Astudillo remacha. Árbitro: Turienzo Álvarez. Amonestó a César, Ibón Begoña, Donato, Héctor, Pablo, Víctor y Kike. Unos 28.000 espectadores en Riazor.
Menos mal que estaba allí delante la clasificación para confirmar que no se trataba de un espejismo, porque cualquiera se hubiese atrevido a decir que en Riazor se enfrentaban el tercero contra el quinto, el último subcampeón de la Liga contra el subcampeón de la Copa de la UEFA, dos candidatos a compartir los primeros puestos al final de la campaña.
Menos mal que el aficionado aún tiene memoria y es capaz de recordar lo mucho y bueno que le han concedido en otras ocasiones el Depor y el Alavés, porque, después de la primera parte de anoche, cualquiera se sentiría tentado a abjurar de por vida de dos equipos capaces de perpetrar tamaño simulacro de partido: una pavorosa sesión de maltrato a la pelota, de imprecisiones, de pases regalados al contrario o de balonazos a ninguna parte, brillante receta que, por si fuera poco, se aderezó con ciertos toques barriobajeros.
El choque se adentró desde el inicio en el terreno del caos y de allí ya nadie pudo rescatarlo. Fue un partido sin gobierno, en el que la pelota parecía un objeto alocado que iba de un lado a otro impulsada por el azar y sin que nadie fuese capaz de imponerle un curso mínimamente racional. La principal víctima de la anarquía reinante fue el Depor. El Alavés parece más acostumbrado a desenvolverse en esas circunstancias y, aunque su contribución al fútbol no fue mucho más meritoria que la del Depor, al menos dio la impresión de tener cierta claridad de ideas.
Lo único que exhibió el Depor fue un cúmulo de confusiones. Desde que empezó el año no ha parado de caer en picado. El cuadro de Irureta se ha ido desprendiendo de todo lo que le caracterizaba hasta quedarse en los puros cueros. Lo único que le faltaba era perder la organización y anoche también le abandonó.
Irureta lleva varias semanas devanándose los sesos y no da con la fórmula de revitalizar a su bloque. Ayer se olvidó de cautelas y sacó la alineación más ofensiva de los últimos tiempos, con Makaay, Djalminha y Tristán juntos en el equipo. Pero nada de nada. El Depor se ahogó ante la presión del Alavés, apenas supo enhebrar una jugada de ataque en toda la primera parte y, por encima, se desmadejó por completo y vivió en la anarquía permanente.
Al Alavés parecía irle de maravilla en esa situación y, poco antes del descanso, atrapó un golito del único modo que parecía posible: una falta que Molina no tuvo más remedio que rechazar, lo que permitió a Astudillo meter el pie sin que nadie de la gentil defensa del Depor le importunase con la menor molestia. Un minuto después, Jordi se apiadó de los locales y envió al cuerpo de Molina un mano a mano que pudo resultar definitivo.
Viéndose derrotado, Irureta se zambulló en el río tras el descanso. Metió a Víctor, un extremo, por Héctor, un lateral, y pasó a jugar con sólo tres defensas. Como el panorama seguía bastante tenebroso, poco después recurrió también a Valerón, sumido últimamente en un agujero negro que le ha llevado al banquillo. El partido cobró entonces una fisonomía algo más reconocible: al menos quedaron claros los papeles, con el Alavés dispuesto a resistir el asedio de Constantinopla y el Depor acuciado por la urgencia.
Poco a poco, el grupo de Irureta fue elevándose sobre sus cenizas. A medida que creció la tensión, el Depor jugó mejor y por primera vez aspiró al gol con fundamento. Djalminha, Makaay, César y Amavisca lo tuvieron muy cerca. Ocasiones suficientes para merecer el empate, pero demasiado tardías para disimular la desnudez con que salió al campo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.