Sonrisas, abrazos y mucho humo
El público abarrotó Razzmatazz, en la fiesta del quinto aniversario de la revista 'Cáñamo'
Fumaba todo el mundo, pues quien no lo hizo activamente acabó a la postre ahumado por las volutas que en la noche del viernes convirtieron las tres salas de Razzmatazz en la capital estatal del cannabis. La publicación Cañamo celebraba allí sus 50 números contra la prohibición del consumo de tal sustancia, cinco años en los quioscos, y en un ambiente marcado por música, ojos enrojecidos y perennes sonrisas se consumieron más de cinco horas de espectáculo, actividades asociadas y otras cosas.
La cosa comenzó muy pronto, a eso de las ocho y media de la tarde, pero ya todo el mundo parecía estar allí. Largas colas -que, cosa curiosa, se vivían con paciencia y más sonrisas de lo habitual- se apostaban frente a la sala cuando aún no eran ni las nueve. Los más desafortunados, ahumados de antemano en sus casas y, por tanto, ajenos al reloj, se quedaron al final sin entrar, pues las entradas que quedaban se agotaron en un santiamén. En la calle, se oía el reggae tocado por los primeros músicos en liza, una banda formada en torno a los televisivos Joan Viñals y Nota Parés, a quienes el público que ya estaba en el interior reconocía rápidamente como a los del Set de nit. Mientras tanto, las salas 2 y 3, aún semivacías, permitían un respiro a los escasos no fumadores que consumían con deleite una sesión de reggae y soul a cargo de Dj Rei Mon o veían el directo de Le Diablo Mariachi.
Para cuando Pau Riba salió a escena la sala principal ya era un mar de cuerpos y humo balsámico. Aún era pronto, pero la imagen era de muy tarde. Pau cantaba acompañado por unos secuaces agamberrados que respondían por The Mortimer's. Feliz como una pulga en un san Bernardo y descalzo como mandan los cánones, el venerable patriarca hippy improvisó un tema de sabor añejo. El público lo miraba asumiendo entre sonrisas que se puede llegar a mayor sin renunciar a ciertos principios. Luego la banda base, denominada Percepcions Extrasensorials, tocó un par de instrumentales más y entonces el personal, apretado por la amistad, ya se dejó llevar. Muchos hacia las terrazas, donde se ofrecía respiro. Y no es que allí no se fumase, pero al menos corría la brisa y se esquivaban los abrazos. Un poco de aire libre entre tanto humo salido de los pulmones. Desde las terrazas algunos también miraban al escenario, donde ahora Gerard Quintana interpretaba una pieza de Hendrix. Todo el mundo sonreía y se dejaba mecer por la música. También en la sala 2, donde a esa hora un par de músicos mezclaban, bajo el nombre de Atún Con Olivas, electrónica y étnica.
Allí no hubo agobios en toda la noche, no se sabe si porque el público de Cáñamo no es amante de la electrónica o porque ignoraba la existencia de más escenarios que el principal. O quizá no pudo llegar. Sea como fuere, la noche pasó más calmada en esa zona de Razzmatazz, donde Shiva Shound y Chop Suey pusieron el toque satinado y elegante a la fiesta.
Entretanto, los pinchadiscos de Sidonie pinchaban rock blanco en la sala 3 y comprobaban que ese tipo de música no es el favorito de los que por allí pasaban. A todo esto, hubo una entrega de galardón sobre el escenario principal. Salió el director de Cáñamo, explicó algo de un doctor, salió el doctor, recogió un diploma, dijo algo del cannabis y se marchó sin que la expresión del público variase demasiado de punta a cabo de la ceremonia, que tuvo ritmo inusual y duración prolongada.
Eso sí, se silbó al típico presentador patoso, que casi nunca falta, y se aplaudió con convencimiento, una vez entendido que aquello había concluido, solicitándose la normalización del consumo de cannabis. Tras el acto cívico salieron Ojos de Brujo y la noche ya explotó. Vaya juerga que nos vamos a dar, se dijo el público, y el tiempo ya pasó sin que nadie reparara en ello. Hasta consumirse más de cinco horas.
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