Ingenio frente a tecnología
Canal + repasa en 'Dónde se esconde la droga' el negocio del narcotráfico en Colombia
No es un documental sobre el narcotráfico. No es un documental sobre la violencia del narcotráfico. No es un documental sobre los narcotraficantes. No es un documental sobre las mulas que transportan la droga. No es un documental sobre el ingenio de los narcotraficantes para camuflar la droga que envían a Europa o a Estados Unidos. El documental Dónde se esconde la droga, que hoy presenta Canal + (23.53), es un programa sobre todo lo anterior y ése es su gran defecto.
Al televidente le quedará claro el ingenio de los narcotraficantes para esconder la droga que envían a los países consumidores y los vanos esfuerzos, a pesar de los éxitos, de la policía colombiana para evitarlo; la astucia de los narcotraficantes para esconderse de la policía que los persigue y, con grandes vacíos históricos -por ejemplo, no menciona el papel de la guerrilla en el negocio-, la transformación de la empresa de la droga de grandes y visibles carteles exportadores a medianos y poco conocidos empresarios de gran eficacia. En ese sentido es un buen intento por resumir de manera superficial el negocio de la droga en Colombia.
Pero el narcotráfico, y la miseria y el dolor que engendra en Colombia, es un problema demasiado serio como para tratarlo de manera incompleta y trivial. Claro que la televisión es la televisión y debe ser efectiva tanto para vender como para atraer televidentes. El sugestivo título del documental y su principal línea temática lo son tanto en su tratamiento como en la realización.
La toma inicial y final presenta el caso de un viajero sospechoso al que le toca someterse con su hijo menor a toda clase de controles -inclusive el de una radiografía de estómago que le toca pagar con su dinero en un centro médico cercano al aeropuerto- para finalmente poder viajar a España. De esa introducción se desprenden otras anécdotas de inventiva que no dejan de sorprender; el submarino para llevar toneladas de droga, las frutas vaciadas y llenas de coca, la ropa impregnada de droga o hasta la tesis universitaria con un lomo hecho de coca.
El documental no termina por desarrollar esa lucha entre el ingenio y la tecnología que casi siempre pierde esta última. Al introducir otras historias, como la de los zulos, allá llamados caletas -que los narcotraficantes utilizaron para esconderse-, o la de los grandes narcos de los ochenta, le da algo de contexto al documental en detrimento de una línea temática que daba para mucho más. Entre otras cosas, el drama humano de muchas de aquellas personas que, como bien lo cuenta un narcotraficante en cámara, son utilizados como cebos a los que denuncian para que otras personas con más droga puedan pasar los controles policiales allí y en el país de destino sin problema. O, para ir más allá, la ineficacia en términos económicos de estos métodos de control del narcotráfico que relata uno de los personajes y que deja como conclusión que por cada gramo que se decomisa entre tres y cuatro llegan al consumidor.
El esfuerzo de este equipo de documentalistas no se pierde en su totalidad. Sirve para dejar muy claro que el realismo mágico no es una invención del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y además abre las puertas para una segunda parte, Dónde se esconde la droga en España.
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