El hombre discreto
De pelo corto y perfil discreto y educado, Beto Martín suele pasar desapercibido en los torneos, hasta que sus resultados acaban por dejarle al descubierto. No es de los tenistas que despiertan pasiones, como Agassi o Roddick. Ni siquiera como sus compatriotas Corretja, Moyà y Ferrero. Martín está ahí, pero apenas se le ve. Pero de vez en cuando, su nombre salta a la palestra porque logra alguna victoria de relumbrón o gana un torneo. Ya le ocurrió el pasado verano cuando puso de patitas en la calle a Sampras en Cincinnati, sobre una pista de cemento, en la que el ex número uno mundial se movía como pez en el agua. El de ayer, ante Hewitt, fue el segundo capítulo de una historia similar. Eliminó al número uno, que jugaba en casa, ante 15.000 aficionados que coreaban su nombre y que querían verle ganar, y sobre una superficie, el rebound ace, creada especialmente para los jugadores australianos.
Nada anormal en un jugador que, con 23 años, ha vivido ya momentos muy duros. A otros les hubiera costado llamar al fisioterapeuta a falta de dos puntos para el final del partido, a él no. 'Lo que más me impresiona de él', explica el entrenador Gabriel Urpí, 'es su seriedad y profesionalidad. Si se pregunta por él en los medios técnicos, la primera respuesta es que es un gran trabajador'.
Su vida personal transcurre de forma similar a su carrera profesional. Es tan discreto que casi nadie sabe nada de él. Se conoce que comenzó a jugar en la escuela de Félix Riba en Barcelona. A los nueve años entró en la dinámica de la Federación Catalana, que le avaló hasta que se convirtió en profesional. Su primer éxito fue ganar la prueba junior de Roland Garros a los 18 años. Después prosiguió su camino con Álvaro Margets, Pato Domínguez y el año pasado comenzó a entrenar con Jordi Vilaró, ex entrenador de Mantilla. En lo personal, pasó momentos difíciles cuando su madre, Montse Magret, una ex jugadora que llegó a la segunda categoría nacional, se vio postrada en una silla de ruedas por una enfermedad. En 1999 ganó en Casablanca y en Bucarest. Y el año pasado logró su tercer título en Mallorca. Dedicó la victoria a su madre: 'Fue un momento importante para mí, porque gané a grandes jugadores y fue mi primer torneo en casa'.
Puede que todo ello le impidiera ser más regular. En 2000 su ranking cayó hasta el 80º puesto. Pero tenía su explicación: su determinación por adquirir un estilo de juego más agresivo. 'Por sus características físicas, comenzó jugando en el fondo', explica Margets, uno de sus primeros entrenadores, 'pero luego, él mismo quiso cambiar de esquemas y trabajó intensamente en su juego de ataque'. El resultado fue espectacular. 'Yo sabía que debía evolucionar mi juego', comenta el jugador. 'Hoy día la mayor parte del circuito se juega en pistas rápidas y, desde atrás, no se ganan partidos en ellas'. Qué ocurrirá con Beto Martín en Australia es una incógnita similar a la que plantea su carrera. Perfeccionista con sus cosas -llega a ser maniático con el encordado y el equilibrio de sus raquetas-, amante del submarinismo, pero por encima de todo discreto, Martín rompió los pronósticos y por un día, se convirtió en la estrella del tenis mundial.
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