_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Gordos

Las organizaciones contra la anorexia están enfurruñadas con el programa Operación Triunfo porque algunos de los concursantes (entre ellos Rosa, que pesaba la enormidad de 110 kilos) están siguiendo dietas para adelgazar bajo control médico. Dicen que eso es un terrible ejemplo que puede provocar un efecto imitación, 'al difundir dietas no justificadas por razones de salud'. Entiendo su preocupación, pero la afirmación me parece algo dudosa. En primer lugar, la anorexia es un desorden psíquico del que en realidad se conoce muy poco. Los expertos dicen que la presión ambiental hacia la delgadez no es más que un factor de riesgo para la existencia de estos enfermos, pero no la causa. De hecho, hubo una ola de anoréxicas a finales del XIX (Freud hablaba de 'la muy conocida anorexia nerviosa'), aunque, por entonces, el modelo de belleza en la mujer exigía carnes opulentas.

Y, en segundo lugar, pesar 110 kilos con 20 años y una altura normal es algo evidentemente insano. Estoy harta de esos mentecatos políticamente correctos (y no me refiero ahora a los de las organizaciones contra la anorexia, que son gente sensata) que glorifican tontamente la gordura, como si pesar 180 kilos y llagarse los muslos por el roce fuera una cosa fenomenal. Porque no lo es. La obesidad es una enfermedad, y además una de las patologías más preocupantes de los países ricos. En Estados Unidos, el 54,4% de la población es obesa: Satcher, el ministro de Sanidad, dice que es 'una epidemia'. Y se combate, entre otras cosas, con la dieta.

El cuerpo normal tiene sus pequeñas lorzas y su tripilla, y se parece mucho más al de Marilyn Monroe en la película El príncipe y la corista, en donde se la veía barrigona y hecha un torrezno, que a los de las esmirriadas y patológicas modelos actuales. Pero esto no tiene nada que ver con la verdadera obesidad ni con el sobrepeso grave, que, no cortado a tiempo, acaba en gordura monumental. Minimizar ese riesgo es irresponsable. La obesidad es una dolencia tan peligrosa como la anorexia (menos aguda, pero más extendida) y un símbolo de lo desquiciadas que están las sociedades ricas. Mientras 30.000 niños mueren de hambre en el mundo todos los días, nosotros zampamos compulsivamente hasta enfermarnos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_