El triunfo de un transgresor
Tiko lanza al Athletic con cuatro goles en los dos últimos partidos gracias a su poderoso golpeo del balón y su insolencia ofensiva
A Roberto Martínez siempre, desde pequeño, le llamaron Tiko. De Robertico. Para ahorrar y seguir la tradición de los diminutivos navarros. La k le vino del euskera. Pero Tiko ha sido siempre un transgresor: sus tíos, Rípodas y Mina, osasunistas hasta la médula, aunque el primero jugó en el Athletic y hoy dirige al juvenil de honor rojiblanco, eran defensas de tronío, pero a él le gustaba mirar a la portería contraria. Si le apodaron por abajo, Robertico, como a un niño, a él le dio por apelar a los grandes cañoneros brasileños y resolver los partidos a base de puntapiés inoportunos, de ésos que son el fruto de la alquimia futbolítica perfecta: poderío y técnica casi por igual.
Hasta hace unas jornadas Tiko distaba mucho de ser un goleador. Con Osasuna marcó seis tantos en dos temporadas en la Segunda División y sus dos primeros años con el Athletic los liquidó con tres. Pero esta temporada acumula ocho -cuatro en la Copa y cuatro en la Liga-, todos de bella factura, fruto del dominio del tobillo y el empeine y de una determinación absoluta para encarar la red. Con ellos ha impulsado a su equipo hasta el extremo de ser ya el segundo de la Liga y un virtual semifinalista de la Copa, ya que hoy recibe al Villarreal, en San Mamés, con dos goles de ventaja.
Tiko llegó al Athletic casi por casualidad, quizás fruto de un pequeño enfrentamiento entre la directiva y el entonces entrenador, el francés Luis Fernández. El Athletic quería fichar a Orbaiz, internacional sub 20, a lo que se oponía Fernández, que seguía los pasos de Tiko pero sin terminar de decidirse. Finalmente, la junta optó por Orbaiz y por dejarle, como cedido, en Osasuna a la espera de los acontecimientos. Fernández reaccionó de inmediato y fichó a Tiko, a pie de autobús, tras un partido del Athletic en Pamplona. Se lo quedó a prueba, con una opción de compra que ejercitó en diciembre de 1999.
Fue un pulso absurdo. Hoy los dos son titulares. Pero Tiko ha crecido con Jupp Heynckes. 'Que un entrenador nuevo sepa tu nombre ya está bien', dijo cuando el alemán, recién llegado, analizó periodísticamente a la plantilla. Cuestión de humildad, tras dos años con pocos goles y pocos minutos.
Tiko es un futbolista anárquico, poco solvente en el fútbol colectivo, es decir en el juego sin el balón. Lo dice su tío, Rípodas: tiene que mejorar en el aspecto defensivo.
Pero, mientras tanto, Tiko apura su juego ofensivo: imprevisible, descarado, directo, potente... Uno de sus valores más acreditados, según los entrenadores, es su golpeo del balón, que siempre recuerda el de futbolistas como los brasileños Rivelinho y Eder, el argentino Scotta y compañía.
Tiko, transgresor como es, marca con la izquierda y con la derecha por igual, se rebela contra la experiencia defensiva de sus tíos y contra la táctica que impera en la pelota vasca, su otra afición, como buen navarro.
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