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Columna
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Virus paralelos

El profesor subversivo -un viejísimo médico y catedrático republicano que había pasado buena parte de su existencia en el exilio de Oxford- subió a la tribuna del brazo de uno de sus biznietos, dio las gracias a los organizadores del mitin y se dirigió a los miles de jóvenes militantes que llenaban la plaza de toros:

'Hoy, viniendo a Valencia, he leído un artículo de divulgación sobre el sida, enfermedad que ha matado en veinte años un número incalculable de personas. Países africanos enteros, como Gabón, Mozambique o África del Sur, ya hace tiempo que sobrepasaron el límite de lo tolerable, con más de un 10% de sus poblaciones afectadas, lo cual significa que corren el riesgo nada teórico de desaparecer como naciones en unas cuantas décadas'.

Hizo una pausa y ajustó el micrófono. Los fotógrafos disparaban flases sin parar en dirección al legendario invitado, que conservaba el tono profesoral de su juventud. 'El virus del sida se las ingenia para incorporarse en el núcleo de las células de la persona infectada, donde pasa a formar parte de su patrimonio genético y neutraliza el sistema inmunitario. Los sidosos, indefensos, mueren víctimas de infecciones oportunistas banales'. Hizo una pausa y continuó:

'El virus de la globalización neoliberal, inoculado en las políticas económicas planetarias, también mata. Argentina, nuestro país hermano, es una prueba de ello. Sida y neoliberalismo son dos pandemias paralelas'. El público, enfervorizado, rugió.

'¡Nuestros gobiernos, inmunodeprimidos por la política económica neoliberal, no gobiernan, únicamente se ocupan de gestionar el espectáculo, las estupideces, lo que da votos, mientras que la educación, la sanidad, las verdaderas libertades ciudadanas, se nos mueren en manos privadas, que sólo buscan beneficios! Ahora, cuando ya está bien claro que los partidos sólo se representan a sí mismos, vuestra lucha fuera de los parlamentos, en las calles de todo el mundo, en Seattle, Quebec, Génova o Buenos Aires, es la única esperanza que nos queda. Por eso he aceptado venir aquí esta noche con vosotros, para dar testimonio de que reconozco vuestra generosidad y para que sepáis que algunos viejos tampoco estamos de acuerdo con la doctrina neoliberal'. Y terminó: 'Ojalá tuviera vuestros años para poder acompañaros'.

La ovación retumbó en el cielo como un gol del Kily González. Entre los asistentes flotaban pancartas contra el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio o el Banco Mundial. Incluso una de ellas invertía la famosa coletilla de la derecha española durante el ocaso socialista: Váyase, señor Aznar.

El profesor rechazó los aplausos esbozando la misma sonrisa triste que lo acompañaba en cada fotografía, saludó con la mano, bajó a pasitos lentos los peldaños del estrado sin soltarse del brazo de su biznieto y se dirigió a la calle. El vuelo de regreso a Madrid salía tres cuartos de hora después y les quedaba el tiempo justo para acercarse al aeropuerto de Manises. En el exterior, la plaza de toros estaba acordonada por la policía desde el principio del mitin, para evitar disturbios indeseables.

El francotirador a sueldo, apostado en la terraza de un edificio cercano a la Estación del Norte, se encaró el teleobjetivo del fusil automático y apuntó al corazón.

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