Pamplona exhibe una muestra antológica del pintor andaluz Rafael Zabaleta
La exposición reúne más de cincuenta óleos
La contemplación de las obras de Rafael Zabaleta (Jaén, 1907-1960) no es tarea fácil. De hecho, la divulgación de los cuadros del gran pintor de la localidad andaluza de Quesada constituye aún materia de un contencioso judicial irresuelto que espera sentencia en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. No obstante, en lo que todos, herederos y Fundación Zabaleta, están de acuerdo, es en el enorme valor de la obra pictórica del artista.
A pesar de la oposición de sus familiares, las obras de Zabaleta han comenzado, cuarenta años después de la repentina muerte por infarto del pintor, a exhibirse en forma de muestra antológica fuera del museo andaluz que acoge su producción. En esa línea de colaboración con el Ayuntamiento de Quesada, creador del patronato que gestiona el legado del artista, Caja Navarra presentó ayer en la sala de arte García Castañón de Pamplona una exposición antológica con más de medio centenar de óleos del artista en la que se abarca toda la trayectoria de Zabaleta, estrella emblemática de la pintura rural como testimonio social.
Julián García, comisario de la muestra, subraya que 'la figura de Zabaleta está llamada a acrecentarse en el siglo XXI como ejemplo de la permanencia de lo esencial'. Para el filósofo Eugenio D'Ors, Rafael Zabaleta fue el artista que más contribuyó a regenerar el arte de vanguardia en la España de la posguerra civil.
Si ya de niño robaba sábanas familiares para fabricar rudimentarios lienzos en los que daba rienda suelta a su precoz creatividad, la muerte de sus padres, su condición de hijo único y la necesidad de atender la hacienda familiar le obligaron a simultanear los estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid con las ocupaciones agrícolas. Ello no le impidió terminar su formación, instalarse a París, frecuentar la amistad de Picasso y Miró y coquetear a lo largo de su vida con el siempre cambiante cubismo, aunque el universo expresionista, sombrío en los años de posguerra y rutilante de colores en décadas posteriores, fue el que le caracterizó como uno de los artistas más singulares del pasado siglo.
La omnipresencia del modelo femenino, la atención preferente al campesinado de su Jaén natal, los momentos de privacidad familiar robados para el lienzo, con personajes que se iban agrandando de tamaño y simplificando de formas conforme Zabaleta depuraba su estilo artístico, marcaron una producción que respiraba aire fresco, luz a raudales y colores puros.
En la muestra inaugurada ayer en Pamplona se da repaso a toda la producción de Zabaleta, desde el mundo propio del cubismo picassiano en cuadros como Familia de titiriteros (1934) o Dos mujeres sentadas (1935), hasta el cubismo tardío de obras como El sátiro (1958) pasando por lienzos tan representativos de su trayectoria como Campesinas (1952), Romeras de Tiscar (1950), La vieja y la niña (1957) o Familia campesina (1957).
Tres prohibiciones
Manuel Vallejo, alcalde de Quesada, subrayó durante la inauguración de la exposición en la capital navarra que no entiende cómo los herederos de Zabaleta, primos hermanos y algunos parientes lejanos que nunca conocieron al pintor, porfían todavía hoy contra la divulgación de los cuadros del artista, una de las tres prohibiciones, junto a la de vender o donar la obra, que los herederos directos impusieron originalmente al municipio a cambio de su cesión. 'Hoy en día no tiene sentido aquella exigencia', subrayó el alcalde de Quesada.
En el año 2000 el Ayuntamiento de Quesada decidió en sesión plenaria permitir la cesión temporal de los cuadros para contribuir al reconocimiento nacional e internacional de un gran artista, cuyo nuevo museo, actualmente en fase de construcción, albergará 114 óleos, 11 acuarelas y más de 500 dibujos y está llamado a convertirse, indicó Manuel Vallejo, 'en un hito destacado de la red andaluza de museos'.
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