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Columna
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Jóvenes asesinos

Se veía un puente sobre una autopista. Uno de esos puentes tristes que la gente desesperada utiliza para suicidarse un siniestro día. El hombre que aparecía ante las cámaras instantes después miraba fijamente al objetivo: 'A mí que no me los traigan', decía, 'a mí que no me los pongan delante que los mato. Los mato'. Después volvía a aparecer el puente, y bajo él, los coches pasando. El locutor hablaba de una mujer de veintidós años, madre de una hija, que conducía por la autopista. La piedra que la alcanzó era más grande que un ladrillo, explicaba un guardia civil, una auténtica roca. Y, ¿cómo sucedió? Nadie puede saber lo que les pasó por la cabeza. Estos chicos a veces hacen travesuras. Travesuras mortales.

Los culpables no salieron en el informativo por ser menores. Seguramente estarían muy asustados. Les habían metido en un centro mientras esperaban el juicio. Su padre pedía que no les sacasen de ahí. No quería verles. Decía: '¿Qué voy a hacer yo? ¿Cómo puedo arreglar esto? Sólo puedo decir que lo siento'. Lo mascullaba sin dejar de mirar a la cámara, con un aplomo confuso que parecía brotar espontáneamente de su desesperación. Mientras tanto, la joven de veintidós años se debatía entre la vida y la muerte en el hospital, con todos los huesos de la cara destrozados. La piedra que los chavales habían arrojado desde el puente, cinco kilos de granito, había atravesado el parabrisas y le había aplastado el rostro. Todo fue una insensatez. Los chavales se aburrían, y hay que tener en cuenta que a veces el diablo vive en el aburrimiento. Ya se sabe que en el extrarradio no hay muchas diversiones, es la vida sana del campo, tranquila, apacible, sin contaminar, aunque pasen tantos coches por la autopista. Además, estos juegos que los niños ven en la televisión se ponen de moda, son como el yo-yo, de pronto hay una lluvia de piedras cayendo por los puentes de la autopista.

No es éste el primer caso de muertes perpetuadas por adolescentes, sigue el locutor, hace poco unas chicas de quince años mataron a un joven repartidor de pizzas cruzando un cable metálico de la ducha tensado de acera a acera en una calle de Ceuta. Por lo visto, querían darle un susto a otro chico por una cuestión de amores, y acabaron decapitando al primero que pasó. Fue otra desgraciada travesura. Al sistema le va a hacer falta un montón de psicólogos juveniles. Porque ahora se empieza pronto a hacer de todo, incluso a matar. Esta juventud que en el siglo XXI es más que nunca un divino tesoro, sorprende a los más viejos con sus crímenes. Nunca es tarde para darse cuenta de que la idiotez no es un atributo exclusivamente adulto, sino que los jóvenes pueden ser extremadamente idiotas, y que son capaces de hacer tanto daño como cualquiera.

El locutor sigue hablando, esta vez de un crimen cometido en Barcelona el pasado año. Fueron los quillos, que es como se les llama a los chavales de pelo rapado. Le habían roto el cráneo a un viejo porque les pidió paso en unas escaleras que ellos ocupaban. La viuda contaba desesperada que su marido les había suplicado que no le matasen, pero que los jóvenes le habían golpeado con los cascos de sus motos una y otra vez hasta que el viejo dejó de gritar y sus sesos se esparcieron por el suelo. Después los chavales huyeron. La mujer pedía justicia. 'Si les meten en la cárcel que sea para toda la vida, no por un par de días', decía. Daba la impresión de que en el fondo, más que exigir justicia, la imploraba. En sus palabras se notaba que, a pesar de todo, no confiaba en que los jóvenes asesinos de su marido fuesen castigados.

Última imagen del reportaje: un muchacho que cumplía los dieciocho años justo en la medianoche del día que se cargó a otro en el Paseo Marítimo de Barcelona. Parece ser que le propinó una brutal paliza, con el remate final de una definitiva patada en la cabeza. El chaval se limitó a decir que no era su intención matar, pero que eso podía suceder en cualquier pelea. Su nulo arrepentimiento da miedo a la sociedad. Ahora un psicólogo tendrá que repetirle mil veces: 'Lo que hiciste estuvo mal'. Los padres del joven asesinado lloraron de desesperación cuando escucharon la sentencia. Dentro de poco el asesino de su hijo estará fuera. Y aún será joven. Y tendrá toda la vida por delante.

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