Noche de Reyes con caramelos

LA CRÓNICA

Año de ratas

Por Sergi Pàmies

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HORAS GANADAS

'E la nave va'

Por Rafael Argullol

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UN MUNDO FELIZ

Europa en el bolsillo

Por Margarita Rivière

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Una bandada de globos blancos perdiéndose en el cielo y el estallido de petardos marcaron la arribada de los Reyes Magos al puerto de Barcelona. Al poner pie en tierra, Sus Majestades fueron recibidos por el alcalde Joan Clos, quien les entregó las llaves de la ciudad tras recordarles que en Barcelona 'no hay niños malos'. También les pidió que trajeran 'anhelos de justicia por encima del deseo de venganza, después de los graves acontecimientos del 11 de septiembre y la guerra en Afganistán'.

Gaspar, por su parte, portavoz de los magos de Oriente, instó a los niños a conocer y a disfrutar de la diversidad cultural en las escuelas. Además, les comunicó su deseo de establecerse en Barcelona cuando se jubile y animó a los más pequeños a escribir más cartas vía Internet. Abandonó el balcón con una promesa: 'Muchos juguetes para todos'. Mientras, los más impacientes emprendían el paso hacia el parque de la Ciutadella para ver la salida de las primeras carrozas.

Pero la premura no les sirvió de mucho porque la caravana de la ilusión se hizo esperar largo rato.

Finalmente, apareció la estrella de Belén seguida por las carrozas con grupos de animación y música. La carroza del rey Melchor tenía forma de juguete, mientras que el rey Gaspar entró en la ciudad precedido de grandes serpientes en movimiento. Baltasar saludó a la chiquillería desde una carroza tirada por un elefante mecánico. Las calles eran un hervidero de gente (unas 450.000 personas). Los niños gritaban el nombre de su rey y se lanzaban raudos a la caza de los dulces que lanzaban los pajes, un total de 11 toneladas de caramelos que sirvieron de especial lluvia a la noche más mágica del año.