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TEATRO | DÍAS DE OCIO

El público da la espalda a éxitos artísticos

Unos dicen que es el efecto del 11-S, e incluso hablan de que el público, no sólo en Madrid, sino en todo el mundo occidental, ha dado la espalda al teatro de reflexión desde esa fatídica fecha. Otros hablan de que el sistema educativo está creando analfabetos escénicos; algunos apuntan que el público madrileño va sólo una vez al año al teatro y que, una vez ha elegido una opción, el resto de los espectáculos tendrán que esperar a que ese espectador vuelva a ser consumidor teatral.

El caso es que este invierno se observa un curioso fenómeno: son varios los espectáculos que, a pesar de haber obtenido el apoyo de la crítica y de los espectadores que han ido a verlos, a duras penas se mantienen en pie o, en el peor de los casos, han tenido que recoger velas y batirse en retirada.

Algunos ejemplos. Historia de un caballo, montaje musical protagonizado por Carlos Hipólito y Francisco Valladares; La jaula de las locas, del mismo género, con Andrés Pajares y Joaquín Kremel al frente del reparto; Doce hombres sin piedad, con un elenco en el que intervenían nombres míticos del teatro español como Fernando Delgado, Juan José Otegui, José Pedro Carrión o Juan Gea. En el prestigiado teatro de la Abadía, el montaje de José Luis Gómez, Mesías, de Steven Berkoff, que se despidió el pasado 20 de diciembre. También está el flagrante caso de Panorama desde el puente, de Arthur Miller, con dirección de Miguel Narros y Helio Pedregal al frente del reparto; un montaje que la crítica ha calificado de soberbio y que ha emocionado profundamente a sus espectadores.

Se trata de unos espectáculos que han dejado un sabor dulce al público, pero un legado amargo, desde el punto de vista crematístico, a sus creadores. Todos ellos han desaparecido de la cartelera de manera distinta a como hubiera sido el deseo de los que en ellos intervenían.

Otros permanecen en cartel, pero sin el éxito esperable teniendo en cuenta la factura ética y estética con la que han sido puestos en pie. En este grupo está el montaje brechtiano de Diálogo de fugitivos, en el Galileo Teatro, o Dulce pájaro de juventud, de Tennessee Williams, con Analía Gadé y Pep Munné como actores. Ambas son apuestas por un teatro de autor de alta cultura.

En el terreno de los musicales, el caso más descarado de un montaje de calidad que no termina de cuajar quizá sea Hello, Dolly!, espectáculo del teatro Calderón dirigido por José Carlos Plaza y protagonizado por Concha Velasco. Su productor, Paco Marsó, lo achaca a que ha habido una cierta confusión al estrenarse dos musicales simultáneamente, en referencia a My Fair Lady, con Pepe Sacristán y Paloma San Basilio como protagonistas: 'La competencia ha hecho un buen marketing y a la gente le queda nuestro montaje como segunda opción. El espectáculo que haga mayor impacto mediático es el que se lleva el gato al agua', dice Marsó.

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Telentradas

Velasco tiene claro que ha hecho una de las cosas más importantes de su vida: 'A la gente le gusta mucho y yo estoy muy contenta con el resultado, con el director, con la compañía, con la música y las voces en directo. Es el mejor musical que se ha visto nunca, pero... es posible que haya que anunciar últimas semanas a pesar de estar ante un gran éxito artístico', admite. Tanto Marsó como Velasco culpan de una parte del fiasco a Telentradas Caja Madrid: 'Es un desastre, funciona fatal; la gente viene a pesar de ello y no es de extrañar que, ante esos problemas, elijan otra opción'.

Alejandro Colubi, actual presidente de la Asociación de Empresarios de Locales de Teatro y responsable del teatro Calderón, así como del Marquina y el Príncipe Gran Vía, asegura que el problema es educativo: 'No existe una base cultural; la gente iría a ver esos espectáculos si al estudiar geografía o matemáticas también aprendieran hábitos culturales', afirma.

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