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Reichstul cede el timón en Petrobras

La ha convertido en la más rentable del mundo

Philippe Reichstul, de 52 años, deja la presidencia de Petrobras por decisión propia, tras culminar una de las más profundas y drásticas reformas de la historia de la empresa. Los resultados obtenidos en 2000 son reveladores. El año anterior, para ingresos que sumaron 26.000 millones de dólares la empresa obtuvo unas exiguas ganancias de 11 millones. En 2000, los beneficios ascendieron a 5.200 millones. Y las proyecciones iniciales indican que, en el peor de los casos, en 2001 estos resultados se repetirán y probablemente mejoren.

La principal misión de Reichstul ha sido inculcar dinamismo, agilidad y transparencia en Petrobras. Dejarla preparada para competir, en igualdad de condiciones, con las mayores petroleras internacionales, que van disputar la apertura total del mercado del crudo en Brasil a partir de 2002. Hasta 1997, Petrobras tenía el monopolio total de explotación, producción, importación, refino y distribución de petróleo en el país. Dos años después el monopolio quedó en manos del Estado, que pasó a subastar campos para explotación y producción. La importación y distribución van a abrirse ahora a otras compañías.

Heredó un mastodonte público, corporativo y corrupto, y lega un grupo moderno, con presencia internacional y resultados envidiables

Petrobras fue creada en 1953, en aras de una inmensa campaña popular bajo el lema 'El petróleo es nuestro'. La ola neoliberal llevada adelante por el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso despertó temores de que el grupo fuese incluido en la lista de privatizaciones. El nombramiento de Reichstul, un prestigiado economista con experiencia en cargos públicos y en el mercado financiero, agudizó inicialmente esos temores. Su misión, en todo caso, era exactamente la opuesta: imponer a la paquidérmica y corporativizada empresa un estilo privado de gestión, para que Petrobras cambiase de aires y de cultura y, de esa forma, seguir siendo estatal.

Su antecesor, el ingeniero Joel Rennó, presidió Petrobras durante seis años. Fue un periodo nebuloso. Rennó actuaba con exceso de independencia y la empresa era considerada una verdadera caja negra cuyo contenido era inaccesible al mismo ministro de Minas y Energía. Durante su presidencia, se produjo un escándalo, aún no aclarado y que sigue tramitándose en los tribunales: una empresa desconocida, la Marítima, acaparó contratos por más de 10.000 millones de dólares, referentes a la venta de todas las plataformas adquiridas por Petrobras bajo la gestión de Rennó. Una de ellas fue la P-36, cuyo naufragio el pasado marzo provocó la muerte de 11 trabajadores y pérdidas superiores a mil millones de dólares

La llegada de Reichstul a Petrobras, a fines de marzo de 1999, fue la culminación de un largo proceso del Gobierno para librarse de Rennó. De hecho, Cardoso sólo pudo hacerse con el control de Petrobras y poner al frente de la misma a una persona de su confianza tras cuatro años largos como presidente del Gobierno.

Las primeras medidas de Reichstul ya mostraron los nuevos vientos que empezaban a soplar en la empresa: reestructuró el Consejo de Administración, integrado hasta entonces casi en exclusiva por los directores generales); promovió una profunda revisión del Plan Estratégico, que impuso metas hasta 2010, y transformó Petrobras de simple compañía de petróleo a grupo energético. Propulsó la expansión internacional e incremento la producción de crudo hasta los actuales 1.400.000 barriles por día. Y, lo más importante, trasformó Petrobras en una compañía rentable y generadora de beneficios para el accionista (el Estado conserva el 51% del capital).

Modernizó los procedimientos contables de la compañía, pulverizó su base de acciones vendiendo los títulos que excedían a los necesarios para mantener el control de la misma y la sacó a cotizar en la Bosa de Nueva York. Todas esas reformas han hecho de Petrobras la quinta petrolera más rentable del mundo en 2001.

No todo han sido éxitos, sin embargo. Una serie de grandes desastres ecológicos ha dañado su imagen y la de Petrobras. En enero de 2000, un millón y medio de litros de petróleo fueron derramados en la bahía de Guanabara, frente a Río de Janeiro. En junio, el principal río de Paraná recibió casi cuatro millones de litros de combustible. Y el pasado marzo, la mayor plataforma marítima del mundo naufragó tras una serie de explosiones. Con ello han arreciado las críticas hacia la compañía por su excesiva preocupación por los resultados financieros y su descuido en los procedimientos para obtenerlos. Reichstul reaccionó creando uno de los más ambiciosos planes de protección ambiental entre las empresas de todo el mundo (y no solamente las de petróleo), con un presupuesto superior a mil millones de dólares.

Ex militante de izquierdas en la época de la dictadura militar (su hermana Pauline fue asesinada por el Ejército y él pasó nueve meses en prisión), rico (es socio del Banco Inter American Express), Reichtul deja Petrobras antes de lo previsto. Alega presiones familiares (su esposa y sus 6 hijos viven en São Paulo y él pasa la semana en Río), y ninguno de sus amigos más cercanos admite otras razones para su dimisión.

Su marcha ha sorprendido a los analistas, que han recibido bien el nombramiento de Francisco Gros y del que no esperan grandes cambios en la gestión del grupo.

El último acuerdo con Repsol YPF

Tal vez la última decisión importante de Reichstul en Petrobrás ha sido la firma, el pasado 17, de un acuerdo de intercambio de activos con Repsol YPF. Durante dos años, los dos grupos estudiaron los detalles de un inédito acuerdo por valor de mil millones de dólares por el que Petrobras se hace con 700 estaciones de servicio en Argentina y con una refinería con capacidad para 40.000 barriles diarios. A cambio, cede a Repsol YPF el 30% de una refinaría, un 10% en uno de los principales campos marítimos de petróleo y 234 gasolineras. Hasta el último instante, sin embargo, hubo tensión. El acuerdo estaba cerrado, pero no se firmó el 7 de diciembre, en presencia del entonces presidente argentino, Fernando de la Rúa, como estaba previsto. Para Petrobras, sin embargo, faltaba un detalle clave. El pacto incluía activos en efectivo por 160 millones de pesos, que serían cobrados en 60 días. Hasta que no obtuvo una garantía de convertibilidad (un peso por un dólar), el grupo brasileño no estampó su firma.

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