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Reportaje:

Aznar, la estrella de Baqueira

El presidente del Gobierno esquía y firma autógrafos en la estación catalana donde pasa las vacaciones de Navidad

Un artista que estuvo invitado en La Moncloa me regaló un puro que le había regalado a su vez el presidente Aznar. 'Tú sabrás qué hacer con él' me dijo enigmáticamente. Cuando me lo empecé a fumar, agradecida, me advirtió que ese puro era el típico regalo mordaz, que lo apagara, y que leyera, por favor, lo que ponía en el envoltorio. Pues pone: 'José María Aznar presidente de Espana'. Espana sin eñe, sí, pero lo curioso es que don José María Aznar no es presidente de Espana, es presidente del Gobierno de Espana, que no es exactamente lo mismo. Siendo cómo es, don José María Aznar, 'el lector de La Moncloa' ¿se habrá leído su propio puro?

Para estar psíquicamente cerca de su corriente de pensamiento, y entender más cosas del puro, hace dos días que estoy en Baqueira-Beret. Me gusta pensar que el presidente habrá descendido de la cota 1.500 (él se aloja más o menos en la altísima cota 1.500) hasta los infiernos de la cota 1.000, que es donde estamos los que hemos venido de todas partes de Espana sólo para verle (bueno, algunos vienen a esquiar porque realmente les pilla cerca). Me gusta pensar que el presidente y nosotros, al llegar, hemos visto lo mismo. Por ejemplo, las tiendas que alquilan esquíes, algunas con nombres tan acertados y comerciales como Esquíes Yeti.

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Cada día, subo a la cota 1.500 y contemplo a los guardias de la urbanización presidencial Nin de Beret. Les doy conversación pero siempre me dicen que me aparte. Busco en la nieve trazas de un 4x4. Las casas son rollo rústico pero de nueva construcción. Madera y pizarra. El detalle más perturbador del conjunto es un Papá Noel de tamaño natural (parece de plástico, no creo que sea un figurante) con su saco a cuestas, que se supone que escala la pared de una casa, para entrar por la chimenea. Los papás noeles ni son espanoles ni tienen que estar escalando casas después del 24 de diciembre, pero alegrar, alegran mucho. Dan vida.

Ayer sábado se esperaba la llegada de la modelo Esther Cañadas (supongo que traerá crema de cacao para los labios) y también tenían que aparecer Pilar del Castillo y Rodrigo Rato. No me puedo imaginar donde aparcaron (porque en la cota 1.000 no aparca nadie) pero sobre todo, otra vez quiero pensar que al venir se fijaron en tres pueblos con tres nombres de alto contenido erótico: Fraga, Bono y Ciscar (este último muy pequeño). Y lo que ha tenido que ver el presidente a la fuerza son los carteles que empapelan el valle: 'Bertín Osborne en concierto. Sabor a México'. Cuesta 21,04 euros en la venta anticipada y 24, 04 en taquilla. No es el momento ni el lugar de un concierto de José Antonio Labordeta o de Paco Ibáñez. Quiero decir que no te imaginas a cierto tipo de público cantando 'A galopar, y tal, hasta enterrarlos en el mar'. Por cierto que ayer se inauguró también una exposición de esculturas de Lorenzo Quinn. Esta estética (una escultura de Lorenzo Quinn, el 'buenas noches, señora' de Bertín Osborne y el Papá Noel escalador) es de una modernidad sin precedentes. Para entendernos, es la nueva estética Esquíes Yeti. Estamos a favor.

Además, en las tiendas predomina el mueble rústico de imitación. Un tipo de mueble que para parecer antiguo tiene conmovedores agujeros falsos de falsa carcoma. ¿Habrá entrado nuestro presidente, o su esposa, en algun comercio, a preguntar por la 'pintura negra satinada anticalórica para estufas o por el 'bálsamo especial para muebles de cuero'? ¿La 'cera de lujo'? No, no creo.

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Por lo demás, la vida del esquiadorcito de a pie que ha venido sólo a ver al Príncipe (si es que viene) y al presidente, es muy esforzada y merece un respeto. Se pasan el día en fila, donde una señora con una máquina les va leyendo el código de barras que les cuelga del cuello, como si fueran un fiambre de oliva. En el telesilla alguno va a acabar sufriendo el síndrome de la clase turista. 'A mí los paparazzis siempre me confunden con el Príncipe' dicen seis de cada nueve. Estos se llaman Lolo o Polo, y, efectivamente, suelen parecerse al Príncipe igual que Bela Lughosi se parece a Duran Lleida.

Aznar no hace cola, claro. Lo sé porque ayer por fin, le vi. Le distinguí enseguida porque era el que llevaba un señor pegado a la espalda. Me firmó un autógrafo, como a otros muchos, pero no era el momento de hablarle del puro. Hoy alquilaré unos esquíes y pisaré la nieve que él ha pisado. Seguiré sus huellas e imitaré su estilo. Supongo que de un momento a otro, también, mandaré unas tropas a Agfanistán.

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