Demasiado humana
¿Por qué me encuentro mal si en un lugar público como una cafetería o un restaurante muestro desnuda mi soledad ante un café o una chuleta de cerdo, sobre todo en estos días tan señalados? ¿Qué oscuro rigor psicológico hace que sienta una especie de ansiedad culpable ante las miradas escrutadoras de la gente que me rodea? ¿Soy acaso un tipo raro? ¿Estoy mal vestido? ¿Huelo mal? ¿Quizá debiera explicar al público, en voz alta, el porqué de mi eventual soledad? Si tanto nos angustia el permanecer solos en lugares públicos, ¿por qué no se establecen normas que prohíban esa 'tolerada anormalidad social'? Los biólogos llamarían a todo esto 'instinto protector de grupo', una reminiscencia demasiado gregaria. Afortunadamente los instintos no prevalecen en nuestra sociedad. De no ser así habríamos matado a la soledad, que puede ser también una virtud demasiado humana.