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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Aznar en Venus

'DESENGÁÑESE, SEÑOR AZNAR. En el universo podrá haber muchas humanidades, pero ninguna recibió de Dios un alma semejante a la nuestra. Estas criaturas de silicio no son hombres. Son bestias, monstruos, ¡lo que usted quiera!, pero nunca hijos de Dios'. Abominables bestias grises, cerebros electrónicos, hombres de Venus... Nadie parece suficiente enemigo para el genio y brío de un Aznar. Por lo menos, los integrantes de la saga homónima, una estirpe privilegiada que, en cada generación, aporta a la humanidad un gran estadista, un genio militar o, ya puestos, un Papa. Ficción, por supuesto, nacida de la pluma de un tal George H. White, cuya impronta anglosajona esconde un nombre español, el del valenciano Pascual Enguídanos Usach.

La saga de los Aznar, galardonada con el premio a la mejor serie europea de ciencia ficción en la Eurocon de Bruselas (1978), constituye una de las primeras muestras de la moderna ciencia ficción... ibérica. Nacida a la sombra de la influyente ciencia ficción anglosajona, la saga se inicia en 1953 con Hombres de Venus, ópera prima que muestra las desventuras de ese héroe atípico, un temerario Aznar, de nombre compuesto... Miguel Ángel, teniente piloto de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas y más español que la bandera. En opinión de Carlos Saiz Cidoncha y Pedro A. García Bilbao, autores de Viajes de los Aznar (1997), exhaustiva aproximación a esta serie mítica, Aznar es una mezcla de Apolo clásico, Arnold Schwarzenegger y latin lover. Todo un personaje. A lo largo de 33 títulos, que vieron la luz hasta 1958, posteriormente revisados y ampliados con 24 nuevas entregas entre 1974 y 1978, Miguel Ángel Aznar y su estirpe se expanden por el sistema solar hasta conquistar una porción apreciable de la Galaxia. Una Galaxia ibérica, como si dijéramos, donde abundan los apellidos castellanos, y cuya lengua oficial, en todo planeta humano habitado, es... el español. Anda que no. Planetas, dicho sea de paso, donde impera un cristianismo sin mácula y muchos otros valores patrios.

Pese a los innumerables errores científicos de la primera entrega de la saga, que el propio Enguídanos (o White) intentó maquillar en la segunda época, la serie goza de una entrañable frescura y originalidad. Así, y a diferencia de lo que se venía haciendo allende los mares, la saga de los Aznar presenta un universo moderadamente fiel a la relatividad einsteniana.

Nada de imperios galácticos (ingobernables por las limitaciones de la velocidad de la luz), ni siquiera el manido recurso al hiperespacio. El lento proceso de expansión de la raza humana por la Galaxia viene acompañado por la creación, cual reinos de taifas, de diversos centros de poder. El autogobierno se limita a los dominios de un sistema planetario sin existir ligazón alguna con un gobierno central. Una curiosa Galaxia de las autonomías controlada por los Aznar... Pero no toda la obra de Enguídanos resulta compatible con la relatividad: Ragol, singular planeta errante, surca el espacio a 400.000 kilómetros por segundo, más rápido que la luz. Pero es el autoplaneta Valera, con su capital, Nuevo Madrid, la que ilustra a la perfección un problema inherente a los vuelos relativistas. El desplazamiento a velocidades muy próximas a la de la luz comporta el conocido efecto de dilatación del tiempo: dentro de la nave el tiempo se lentifica, mientras que en el exterior el tiempo transcurre más rápidamente. En un viaje de muchos años-luz, esa diferencia de tiempo relegaría la avanzada tecnología de una nave de asalto al olvido. En cambio, en la saga, el autoplaneta Valera constituye siempre la avanzadilla tecnológica, con un sorprendente armamento que incluye rayos Z, bombas verdes y... luz sólida (sic).

Ya lo saben, el futuro de la Galaxia es español. Como se entere José María...

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