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Columna
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Burka

De los aspectos relativos al conflicto y guerras en Afganistán uno de los que más ha sorprendido por su extrañeza a las mentalidades occidentales ha sido el de la autoridad de los talibanes sobre el conjunto de la sociedad afgana. Aquellos estudiantes de la religión musulmana y los 'mulás' o sacerdotes que les han dirigido hasta ahora se habían convertido en vigilantes y policías de las costumbres y moral de cada uno de los habitantes de ese maltratado país. Eran el estado vigilante. Las imágenes más dramáticas fueron las de las mujeres obligadas a salir con el 'burka' y los ajusticiamientos públicos por faltas contra las costumbres religiosas. Tales signos nos han provocado rechazo y condena porque, afortunadamente, hace tiempo que se instauró en nuestras sociedades la libertad de costumbres y de creencias así como la estricta separación entre sociedad, estado y confesión religiosa.

Menos por estos lares. Aquí todavía se sigue mezclando la vida privada, las ideas religiosas y las condiciones para efectuar contratos de trabajo. Resulta que, a estas alturas y en un país como España, que suscribe una Carta europea de derechos fundamentales y que dispone de una de las Constituciones más actualizadas del mundo, ser una mujer divorciada significa arriesgarse a perder su contrato de trabajo, esto es, ser despedida. Bueno, en verdad, si seguimos el auto del Juzgado número 3 de lo Social de Almería, no hubo despido de la profesora de Religión Resurrección Galera sino 'una terminación del contrato suscrito'. Lo cual demuestra por parte del señor juez un uso desmedido y retorcido del lenguaje.

Visto lo cual sólo cabe ya preguntarse cuál es la diferencia entre un obispo español, capaz de propiciar el despido de una mujer por el hecho de convenir un matrimonio no previsto por el prelado, y un mulá afgano capaz de prohibir a una mujer que enseñe el rostro en la plaza pública. Sólo se me ocurre que el contraste pueda residir en que aquí, en este rancho de la civilización occidental, además de obispos intransigentes disponemos de señores jueces constitucionales capaces de hacer diabluras con el sentido de las palabras. Es otra manera de hacer llevar el 'burka'.

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