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Tribuna:LA CRISIS DE LA CLÍNICA DE LA CONCEPCIÓN
Tribuna
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El incierto futuro de la Fundación Jiménez Díaz

El autor resalta la labor científica y social de la institución y defiende su continuidad a pesar de sus problemas económicos.

Casi medio siglo después de su creación, de nuevo la Fundación Jiménez Díaz (FJD) atraviesa por momentos difíciles para continuar prestando sus servicios sanitarios a la sociedad y mantener su importante contribución a la investigación biomédica y la enseñanza de la Medicina en múltiples vertientes (Universidad Autónoma de Madrid, sistema de Formación de Posgraduados MIR, Médicos Internos Residentes, y Escuela de Enfermería de la FJD).

Parece imposible imaginar, siquiera, que una institución de las características de la FJD, con una historia llena de aportaciones al sistema sanitario nacional español y pionera en la modernización e introducción material de muchos de los principales avances de la medicina hospitalaria en nuestro país, pueda ser olvidada y abandonada a su suerte por los responsables políticos y sanitarios.

La atención de la salud pública en un hospital de máximo nivel es difícil que genere beneficios
¿Acaso el resto de hospitales del Insalud ganan dinero con su actividad?

Evidentemente, sólo el talento de un hombre y un médico genial, como fue el profesor don Carlos Jiménez Díaz, pudo imaginar en unos años tan complicados de nuestra historia reciente la creación de un hospital tan singular y avanzado en aquella época, en el que se pretendía integrar la asistencia médica a los pacientes, con la investigación biomédica y la docencia de la Medicina en diversas formas. Todo ello con la exigencia de los máximos niveles de calidad posible.

Ciertamente, don Carlos, como todos le llamaban, fue un hombre excepcional que se adelantó a la visión de la Medicina de su tiempo, y sobre esos tres sólidos pilares de la práctica médica, asistencia, docencia e investigación, hizo realidad su sueño de crear un modelo de hospital verdaderamente innovador y revolucionario en aquel entonces. Y, así, tras una larga y titánica lucha que arrancaba desde la creación inicial, entre 1934 y 1936, de su Instituto de Investigaciones Médicas -unas dependencias anexas a su Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de Madrid- se fue gestando la idea y vio finalmente la luz la clínica de la Concepción, un 13 de febrero de 1955.

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Sería imperdonable que la ingente tarea llevada a cabo por el doctor Jiménez Díaz, sus entusiastas colaboradores iniciales y los posteriores seguidores de su obra, a favor de la sociedad, la medicina y la ciencia, fuese finalmente ignorada. De la fecunda Escuela de Medicina creada por don Carlos han salido insignes médicos, profesores universitarios, catedráticos de Medicina e investigadores ilustres, incluyendo nuestro admirado premio Nobel de Medicina, el profesor Severo Ochoa. No puede olvidarse, tampoco, que en las primeras décadas de existencia de la clínica de la Concepción, cuando la red pública hospitalaria en nuestro país estaba poco desarrollada, nuestro centro sirvió de referencia nacional para la atención y tratamiento de las patologías más complejas. Aquí se trataron y curaron, durante muchos años, numerosos pacientes de buena parte de la geografía española, que no podían ser tratados, por su complejidad, en sus áreas de procedencia. Pero, también, en la FJD se formaron muchos magníficos profesionales de la Medicina que, posteriormente, fueron ocupando jefaturas de servicio u otros puestos de mayor o menor responsabilidad en la red nacional de hospitales, contribuyendo de este modo, en cierta medida, al enriquecimiento y el progreso de la medicina hospitalaria en España.

Paralelo al desarrollo progresivo de esta red nacional de hospitales, lógicamente, la FJD ha ido limitando su singularidad. Ahora, afortunadamente, se hace ya muy buena medicina en muchos hospitales españoles, pero a ello, es justo reconocerlo, también la FJD ha aportado su granito de arena. Naturalmente, en la FJD se han mantenido intactas, a lo largo del tiempo, la máxima ilusión y calidad en la asistencia médica a los pacientes, que siempre alentaron a su fundador, pese a las múltiples trabas administrativas que ha tenido que soportar la institución en su larga andadura. En cualquier caso, conviene destacar que en la FJD se imparte docencia de Medicina a estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid y se forman médicos especialistas dentro del Sistema MIR, del que también fue pionera en España en muchos aspectos, incluido el modelo de examen de la prueba de selección. Adicionalmente, como importante valor añadido, la FJD es una institución con marcado interés científico, donde se hace investigación biomédica de considerable impacto internacional, siguiendo fielmente los fines para los que fue creada.

Es claro que una de las misiones más importantes y trascendentes de los responsables políticos de un país es la de proteger y conservar su patrimonio artístico, cultural y científico, pues esos bienes fundamentales configuran, en esencia, las señas de identidad de cada país. Nadie entendería ni aceptaría que una determinada institución con un marcado interés artístico o cultural desapareciera porque resultase deficitaria económicamente. Pero tampoco es comprensible que instituciones con un innegable valor científico, como la FJD, piedra angular en la historia de la Medicina española moderna, pudiera llegar a perderse por una simple cuenta de resultados, sin duda, algo negativa, aunque enormemente positiva en su labor social y científica.

No es nuestra intención entrar en el análisis económico de la situación de la clínica de la Concepción, entre otras razones porque nosotros somos médicos y esa tarea corresponde a otros hacerla. No obstante, hay que recordar que la atención de la salud pública en un hospital de máximo nivel difícilmente puede generar beneficios y que esta actividad no puede tener en modo alguno, como fin último, el conseguir una buena cuenta de resultados, como sucede en cualquier otra actividad empresarial. Muy por el contrario, la medicina hospitalaria debe perseguir, como objetivo esencial, la salud de los enfermos, cueste lo que cueste. En este aspecto, naturalmente, la FJD jamás ha escatimado gasto alguno, en aras de conseguir la mejor atención posible de sus pacientes, aun a costa de cualquier incidencia negativa sobre su economía. Por otra parte, es claro que, históricamente, el Insalud ha venido pagando la atención de sus pacientes en la FJD muy por debajo del coste real. En este sentido, lamentablemente, ha habido casi siempre un trato discriminatorio negativo hacia la FJD con respecto a sus propios centros, lo que puede calificarse, sin ambages, de evidente agravio comparativo desde el punto de vista económico.

Sin embargo, no por ese trato desigual hemos dejado de seguir prestando, en ningún momento, nuestros servicios a la sanidad pública, aunque esa actitud a todas luces cicatera e injusta de la Administración con la FJD ha perjudicado gravemente a la institución.

Desde luego, no se puede demonizar a la FJD porque no haya sido capaz de equilibrar sus resultados económicos. ¿Acaso el resto de hospitales del Insalud ganan dinero con su actividad? Parece claro que no y, seguramente, pierden más dinero que nosotros, pero es evidente que la salud pública no puede ni debe entenderse como un negocio. Se trata de un bien y un derecho básico e irrenunciable de las personas, y ha de ser siempre atendida con la máxima calidad, recibiendo la aportación económica que sea precisa por parte del Estado.

Es posible que la FJD tenga que hacer un esfuerzo adicional para optimizar su gestión. Pero ello, lógicamente, debe hacerse dentro de unos límites razonables, y salvaguardando siempre la calidad de la asistencia a los pacientes. Lo contrario no sería ético y, además, supondría ir en contra de la esencia de sus fines fundacionales.

Nosotros confiamos en la sensibilidad y la sensatez de nuestros políticos y gobernantes, y solicitamos la intervención inmediata de la Administración en el acuciante problema de la clínica de la Concepción. Evidentemente, habrá que hacer un esfuerzo por parte de todos para que la solución llegue con urgencia, teniendo en cuenta las inminentes transferencias sanitarias a la Comunidad Autónoma de Madrid, a partir de enero de 2002, y además, esta vez, debe buscarse una solución verdaderamente consistente y definitiva.Casi medio siglo después de su creación, de nuevo la Fundación Jiménez Díaz (FJD) atraviesa por momentos difíciles para continuar prestando sus servicios sanitarios a la sociedad y mantener su importante contribución a la investigación biomédica y la enseñanza de la Medicina en múltiples vertientes (Universidad Autónoma de Madrid, sistema de Formación de Posgraduados MIR, Médicos Internos Residentes, y Escuela de Enfermería de la FJD).

Parece imposible imaginar, siquiera, que una institución de las características de la FJD, con una historia llena de aportaciones al sistema sanitario nacional español y pionera en la modernización e introducción material de muchos de los principales avances de la medicina hospitalaria en nuestro país, pueda ser olvidada y abandonada a su suerte por los responsables políticos y sanitarios.

Evidentemente, sólo el talento de un hombre y un médico genial, como fue el profesor don Carlos Jiménez Díaz, pudo imaginar en unos años tan complicados de nuestra historia reciente la creación de un hospital tan singular y avanzado en aquella época, en el que se pretendía integrar la asistencia médica a los pacientes, con la investigación biomédica y la docencia de la Medicina en diversas formas. Todo ello con la exigencia de los máximos niveles de calidad posible.

Ciertamente, don Carlos, como todos le llamaban, fue un hombre excepcional que se adelantó a la visión de la Medicina de su tiempo, y sobre esos tres sólidos pilares de la práctica médica, asistencia, docencia e investigación, hizo realidad su sueño de crear un modelo de hospital verdaderamente innovador y revolucionario en aquel entonces. Y, así, tras una larga y titánica lucha que arrancaba desde la creación inicial, entre 1934 y 1936, de su Instituto de Investigaciones Médicas -unas dependencias anexas a su Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de Madrid- se fue gestando la idea y vio finalmente la luz la clínica de la Concepción, un 13 de febrero de 1955.

Sería imperdonable que la ingente tarea llevada a cabo por el doctor Jiménez Díaz, sus entusiastas colaboradores iniciales y los posteriores seguidores de su obra, a favor de la sociedad, la medicina y la ciencia, fuese finalmente ignorada. De la fecunda Escuela de Medicina creada por don Carlos han salido insignes médicos, profesores universitarios, catedráticos de Medicina e investigadores ilustres, incluyendo nuestro admirado premio Nobel de Medicina, el profesor Severo Ochoa. No puede olvidarse, tampoco, que en las primeras décadas de existencia de la clínica de la Concepción, cuando la red pública hospitalaria en nuestro país estaba poco desarrollada, nuestro centro sirvió de referencia nacional para la atención y tratamiento de las patologías más complejas. Aquí se trataron y curaron, durante muchos años, numerosos pacientes de buena parte de la geografía española, que no podían ser tratados, por su complejidad, en sus áreas de procedencia. Pero, también, en la FJD se formaron muchos magníficos profesionales de la Medicina que, posteriormente, fueron ocupando jefaturas de servicio u otros puestos de mayor o menor responsabilidad en la red nacional de hospitales, contribuyendo de este modo, en cierta medida, al enriquecimiento y el progreso de la medicina hospitalaria en España.

Paralelo al desarrollo progresivo de esta red nacional de hospitales, lógicamente, la FJD ha ido limitando su singularidad. Ahora, afortunadamente, se hace ya muy buena medicina en muchos hospitales españoles, pero a ello, es justo reconocerlo, también la FJD ha aportado su granito de arena. Naturalmente, en la FJD se han mantenido intactas, a lo largo del tiempo, la máxima ilusión y calidad en la asistencia médica a los pacientes, que siempre alentaron a su fundador, pese a las múltiples trabas administrativas que ha tenido que soportar la institución en su larga andadura. En cualquier caso, conviene destacar que en la FJD se imparte docencia de Medicina a estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid y se forman médicos especialistas dentro del Sistema MIR, del que también fue pionera en España en muchos aspectos, incluido el modelo de examen de la prueba de selección. Adicionalmente, como importante valor añadido, la FJD es una institución con marcado interés científico, donde se hace investigación biomédica de considerable impacto internacional, siguiendo fielmente los fines para los que fue creada.

Es claro que una de las misiones más importantes y trascendentes de los responsables políticos de un país es la de proteger y conservar su patrimonio artístico, cultural y científico, pues esos bienes fundamentales configuran, en esencia, las señas de identidad de cada país. Nadie entendería ni aceptaría que una determinada institución con un marcado interés artístico o cultural desapareciera porque resultase deficitaria económicamente. Pero tampoco es comprensible que instituciones con un innegable valor científico, como la FJD, piedra angular en la historia de la Medicina española moderna, pudiera llegar a perderse por una simple cuenta de resultados, sin duda, algo negativa, aunque enormemente positiva en su labor social y científica.

No es nuestra intención entrar en el análisis económico de la situación de la clínica de la Concepción, entre otras razones porque nosotros somos médicos y esa tarea corresponde a otros hacerla. No obstante, hay que recordar que la atención de la salud pública en un hospital de máximo nivel difícilmente puede generar beneficios y que esta actividad no puede tener en modo alguno, como fin último, el conseguir una buena cuenta de resultados, como sucede en cualquier otra actividad empresarial. Muy por el contrario, la medicina hospitalaria debe perseguir, como objetivo esencial, la salud de los enfermos, cueste lo que cueste. En este aspecto, naturalmente, la FJD jamás ha escatimado gasto alguno, en aras de conseguir la mejor atención posible de sus pacientes, aun a costa de cualquier incidencia negativa sobre su economía. Por otra parte, es claro que, históricamente, el Insalud ha venido pagando la atención de sus pacientes en la FJD muy por debajo del coste real. En este sentido, lamentablemente, ha habido casi siempre un trato discriminatorio negativo hacia la FJD con respecto a sus propios centros, lo que puede calificarse, sin ambages, de evidente agravio comparativo desde el punto de vista económico.

Sin embargo, no por ese trato desigual hemos dejado de seguir prestando, en ningún momento, nuestros servicios a la sanidad pública, aunque esa actitud a todas luces cicatera e injusta de la Administración con la FJD ha perjudicado gravemente a la institución.

Desde luego, no se puede demonizar a la FJD porque no haya sido capaz de equilibrar sus resultados económicos. ¿Acaso el resto de hospitales del Insalud ganan dinero con su actividad? Parece claro que no y, seguramente, pierden más dinero que nosotros, pero es evidente que la salud pública no puede ni debe entenderse como un negocio. Se trata de un bien y un derecho básico e irrenunciable de las personas, y ha de ser siempre atendida con la máxima calidad, recibiendo la aportación económica que sea precisa por parte del Estado.

Es posible que la FJD tenga que hacer un esfuerzo adicional para optimizar su gestión. Pero ello, lógicamente, debe hacerse dentro de unos límites razonables, y salvaguardando siempre la calidad de la asistencia a los pacientes. Lo contrario no sería ético y, además, supondría ir en contra de la esencia de sus fines fundacionales.

Nosotros confiamos en la sensibilidad y la sensatez de nuestros políticos y gobernantes, y solicitamos la intervención inmediata de la Administración en el acuciante problema de la clínica de la Concepción. Evidentemente, habrá que hacer un esfuerzo por parte de todos para que la solución llegue con urgencia, teniendo en cuenta las inminentes transferencias sanitarias a la Comunidad Autónoma de Madrid, a partir de enero de 2002, y además, esta vez, debe buscarse una solución verdaderamente consistente y definitiva.

Manuel Rey Pérez es jefe asociado de Cardiología de la Fundación Jiménez Díaz.Manuel Rey Pérez es jefe asociado de Cardiología de la Fundación Jiménez Díaz

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