Renuncia relámpago
La reunión que ayer celebró en Vitoria la ejecutiva de los socialistas vascos fue una de las más rápidas de su historia. Apenas duró veinte minutos: los que transcurrieron desde que los fotógrafos y cámaras de televisión tomaron imágenes del comienzo de la reunión, las cinco de la tarde, hasta que el secretario general, Nicolás Redondo, abandonó la sala ensimismado, a las cinco y veinte.
Los 27 miembros de la ejecutiva que tomaron parte en el encuentro fueron llegando de manera escalonada hasta el hotel Canciller Ayala de Vitoria desde primeras horas de la tarde. Tan sólo faltaron a la cita Mario Onaindia, por razones de salud, y Bárbara Dhürkop, por compromisos en el Parlamento europeo.
Redondo fue el primero en levantarse de su asiento después de leer un comunicado en el que presentaba su dimisión de manera irrevocable. Los pocos periodistas que aguardaban en el vestíbulo del hotel Canciller Ayala el final del encuentro no dieron mayor trascendencia a su salida al desconocer lo que había ocurrido. La noticia llegó poco después, aunque durante la mañana se barruntaba en algún corrillo del Parlamento vasco, donde se veía a Redondo caminar por los pasillos de la Cámara absorto en sus pensamientos.
A las cinco y media, una multitud de periodistas ya había tomado el vestíbulo, compartiéndolo con los cincuenta escoltas de los miembros de la ejecutiva socialista que esperaban la salida de los políticos. La expectación fue en aumento. El vocal de la ejecutiva y alcalde de Portugalete (Vizcaya), Mikel Cabieces, salió poco después que Redondo. Con cara de circunstancias, confirmó la dimisión del secretario general y anunció que tenía intención de presentarse otra vez en el próximo congreso extraordinario. El resto de la ejecutiva seguía en una entretenida e intensa sobremesa.
A las seis de la tarde, los socialistas, muy serios, empezaron a desfilar por el pasillo que habían abierto los periodistas. Algunos abandonaron el hotel por la puerta de la cocina, eludiendo el contacto con los medios de comunicación. Fue el caso del número dos del partido, Jesús Egiguren. Ninguno se paró a hablar con el argumento de que habían sellado un pacto de silencio hasta que hoy se pronuncie Redondo.
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