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Crítica:LECTURA E INFANCIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Novela a ciegas

Hay dos versiones del origen del curioso nombre de pluma 'Mark Twain', que corresponde, como todo el mundo sabe, al del ciudadano Samuel L. Clemens. La versión oficial y más conocida, y también la que se da en el presente volumen, es la que relaciona el curioso apodo con un término técnico usado por los navegantes del Misisipí cuando la sonda alcanza una profundidad de dos brazas. Como sabemos, durante una época de su vida, Samuel Clemens fue piloto de uno de esos barcos de vapor que subían y bajaban por el Misisipí; de todas las que ejerció, ésta fue su profesión favorita, y cuando al final de su vida un periodista le preguntó qué cambiaría del pasado si tuviera el poder para hacerlo, Twain le respondió que, de haber podido, habría seguido siempre siendo piloto de barco. La otra versión del origen del apodo es algo más retorcida y misteriosa, porque Mark Twain, que representa en nuestra imaginación simplificada el lado sureño, local y vital de una literatura que tendría en Henry James su lado norteño, cosmopolita e intelectual, también tenía un lado morboso y obsesivo. Aparte de estar convencido, por ejemplo, de que moriría exactamente en el momento en que volviera a pasar cerca de la tierra el cometa que cruzó los cielos en su nacimiento, Mark Twain estaba convencido también de que tenía un hermano gemelo del cual había sido misteriosamente separado al nacer y al que jamás había vuelto a ver. De aquí arranca, quizá (o quizá sea al revés) su obsesión por los gemelos, los hermanos siameses y los dobles; de aquí habría nacido, también, según sugiere Sadie Plant en Escrito con drogas, el apodo 'Mark Twain', 'Mark dos veces' ('twain' significa 'dos' en inglés), como una forma de nombrar a los dos hermanos separados para siempre.

UN MISTERIO, UNA MUERTE Y UN MATRIMONIO

Mark Twain Ilustraciones de Peter de Sève Traducción de Carlos Milla Lumen. Barcelona, 2001 112 páginas. 2.200 pesetas

El interés del presente volu

men, una novelita cuya agradable y reposada lectura se ve interrumpida aquí y allá por esa rabiosa y vehemente costumbre cada vez más arrogantemente corriente de nuestros apasionados y fidedignos traductores de anteponer toda clase de adjetivos y adverbios a los pobres sustantivos, radica sobre todo en el curioso misterio literario que plantea. Nos lo explica con todo detalle, y también con buen humor y con excelente estilo, Roy Blount Jr. en el extenso epílogo que cierra el volumen y que es, quizá, la parte más interesante y atractiva de todo el conjunto.

¿Por qué, en mitad de su carrera literaria y en el pináculo de su fama, tuvo Twain la singular idea de crear una 'novela a ciegas' en la que participarían los escritores más famosos de su época? La idea era que Twain escribiría el esqueleto de una novela y que luego cada uno de los capítulos se le encargaría por separado a un escritor diferente, entre ellos, Oliver Wendell Holmes, Bret Harte y Henry James. La idea persiguió a Twain durante años, hasta que finalmente se convenció de que el proyecto jamás se llevaría a cabo y decidió escribir la novelita por su cuenta. Pero ¿por qué tanto empeño, por ejemplo, en incluir a Henry James en un proyecto literario que, como muy bien señala Roy Blount Jr., no podría interesarle de ningún modo? Y ¿por qué tanto empeño, tanto tiempo, tanto esfuerzo, dedicado a una obrita menor, casi un cuento de niños, en el autor que acababa de completar una obra maestra tal como la primera parte de Huckleberry Finn?

La novela se desarrolla en una remota aldea del Estado de Missouri. Un día de invierno, un campesino llamado John Gray encuentra a un hombre caído sobre la nieve. El hombre parece joven y está vestido con elegancia. A su lado hay un grueso abrigo y, unos pasos más allá, una bolsa de mano. No hay huellas de pisadas ni de vehículos a su alrededor, y el campesino se pregunta cómo ha podido llegar hasta allí. Éste es el 'misterio' a que alude el título, que seguramente no será tal para el resabiado lector contemporáneo y, desde luego, dejará de serlo enseguida para el que se ponga a hojear las ilustraciones, que son, por cierto, obra de un colaborador de varias películas recientes de Disney como Mulan, Tarzán o Bichos. John Gray tiene una bella hija, Mary, que está prometida con un joven bueno pero pobre, Hugh Gregory, y tiene además un hermano, David Gray, un viejo rico y gruñón con el que hace tiempo que no se habla. El desconocido hombre aparecido en la nieve, que resulta ser francés, se presenta a sí mismo como el conde de 'Fountaingblow', es decir, Fontainebleau. Después del 'misterio' siguen el 'asesinato', el 'matrimonio' y, finalmente, la resolución del misterio, en una coda que es, además, buena muestra de la inquina que Mark Twain sentía por otro de sus famosos contemporáneos, el autor de novelas fantásticas Julio Verne.

Ilustración de Peter de Sève para 'Un misterio, una muerte y un matrimonio'.
Ilustración de Peter de Sève para 'Un misterio, una muerte y un matrimonio'.

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