'El caldo de cultivo de la crisis con Marruecos es el desconocimiento mutuo'
Al principio se resiste porque considera que no tiene mucho que aportar, pero poco a poco acepta reflexionar en voz alta sobre las relaciones entre España y Marruecos y entre católicos y musulmanes. Antonio Peteiro Freire, nacido en Santiago de Compostela hace 65 años, es arzobispo de Tánger desde 1983. A la hora del iftur, la ruptura del ayuno en época de Ramadán, recibió a este corresponsal en el Arzobispado.
Pregunta. ¿Qué nos separa a españoles y marroquíes?
Respuesta. El mayor problema es el desconocimiento recíproco. Aunque en el fondo nos parecemos mucho los unos a los otros, estamos llenos de prejuicios. Por un lado, el moro es visto como un fanático y, por otro, nos consideran como infieles o ateos. Este desconocimiento mutuo es el mejor caldo de cultivo para una crisis como la que estamos viviendo. Nuestra Iglesia trabaja aquí, en Marruecos, buscando la amistad y la colaboración de los marroquíes.
P. ¿Qué sabe la Iglesia española del islam, la religión que cuenta con más fieles en España después de la católica?
R. El islam empieza a ser un tema de actualidad para la Iglesia española. Pero es aún una asignatura pendiente como ha quedado demostrado con las escasas respuestas que ha obtenido una reciente encuesta enviada a todas las diócesis españolas sobre los planes pastorales que tenían para atender a los musulmanes. En Tánger hemos empezado ha organizar cada dos años cursillos para sacerdotes españoles que trabajan con la inmigración musulmana porque, eso sí, la Iglesia es la institución que más se ocupa en España de atender las necesidades de los inmigrantes. El incipiente interés por el islam no es correspondido por los musulmanes con una atención similar hacia el catolicismo.
P. ¿Tiene alguna responsabilidad la prensa española en ese desconocimiento mutuo?
R. Sí. Difunde y acrecienta los prejuicios y, a veces, hiere la sensibilidad de los marroquíes. Los medios de comunicación hablan con menos respeto de Marruecos que de los vecinos europeos de España. Hay que aceptar la personalidad de cada país tal y como es y no juzgar a los demás en función de lo que yo soy. Por otra parte, a los marroquíes les cuesta mucho comprender que en España hay libertad de expresión y que lo que publican los diarios no ha sido inducido por el poder.
P. ¿Por qué la inmigración musulmana suele ser la que peor se integra en las sociedades europeas? ¿Es su religión un obstáculo?
R. Se integra con dificultades, y pueden incluso surgir conflictos, cuando forma guetos pero no cuando está esparcida por un territorio. La inmigración, si se asimila correctamente, es una riqueza no sólo económica sino cultural. Mejora el conocimiento mutuo de las sociedades. Es verdad que el islam es una doctrina global que no separa política y religión. Hay un creciente número de intelectuales musulmanes que propugnan esa separación. Cuando lo consigan, la convivencia será más fácil con los musulmanes.
P. La tarea es difícil porque los Estados musulmanes intentan controlar a los fieles en Europa a través de las mezquitas que financian.
R. Los países islámicos ricos tienden a exportar el islam que les interesa, que suele ser intransigente, al norte de África y a Europa. Es un islam alejado del que se practica en países tradicionalmente moderados como Marruecos. Hay que ayudar a los inmigrantes en Europa a emanciparse de la tutela de las monarquías del Golfo y también de la de sus países de origen. Lo deseable sería que los Estados musulmanes se conviertan en laicos pero no en laicistas como muchos ciudadanos europeos. Laicista es aquel que se desentiende de la religión y, a veces, la combate.
P. ¿Tiene la Iglesia española algo que aprender del islam?
R. Sí. La fe, la sumisión y el respeto a Dios, la oración. ¿Cuántos hablan ya de la oración en España? Aquí, en tierras musulmanas, el ambiente es más sacralizado. No existe la blasfemia. Ellos también tienen algo que aprender de nosotros: la libertad religiosa, que es un derecho fundamental, el reconocimiento de la dignidad inherente de la persona humana...
P. ¿Cómo ha visto evolucionar a Marruecos desde principios de los ochenta?
R. Han mejorado las infraestructuras, la agricultura ha dado un salto adelante y el número de universitarios se ha triplicado, aunque muchos de ellos no encuentran trabajo al acabar la carrera. La mentalidad de la gente se ha abierto mucho. Hay parejas que se conocieron en los chats de Internet y se han casado. El espíritu asociativo, la sociedad civil está en auge. En el lado negativo, la diferencia entre ricos y pobres se ha ahondado. La clase media es muy reducida. El éxodo rural coloca al borde del colapso a ciudades carentes de los servicios adecuados. El desarrollo social no ha estado a la altura. Por último, los atentados en EE UU y la guerra en Afganistán han provocado un divorcio entre el Gobierno y la población, indignada con una superpotencia que se cree el dios del mundo.
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