Plan de Estabilidad (I)
La semana pasada el Gobierno hizo pública la Actualización del Programa de Estabilidad, que cada año por estas fechas tienen que presentar en Bruselas los países de la UE con el objetivo de dar cuentas de cómo se están cumpliendo los compromisos del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y de presentar las proyecciones macroeconómicas y presupuestarias que aseguren su cumplimiento a medio plazo. El documento tiene una perspectiva temporal de medio plazo (2001-2005), pero, en la coyuntura incierta que atravesamos, lo primero que atrae la atención es el corto plazo, es decir, qué piensa el Gobierno que puede ser el próximo año 2002. Dedicaré la columna de hoy al corto plazo y la próxima, al medio plazo.
El déficit cero se ha convertido en un objetivo mítico al que se sacrifica toda la política económica
Como han señalado los medios de comunicación, lo primero que salta a la vista es que se revisa el crecimiento del PIB al 2,4%, medio punto porcentual menos que en los PGE-2002. A pesar de las regañinas que los analistas privados hemos estado recibiendo en estos últimos meses por ser tan pesimistas en nuestras previsiones, parece teníamos algo de razón. Lo que ocurre es que el Gobierno vuelve a quedarse por detrás de los acontecimientos y sigue siendo notablemente optimista, pues las previsiones más recientes se van decantando hacia cifras inferiores al 2%. El nuevo cuadro macroeconómico oficial para 2002 es optimista en cuanto al crecimiento de la demanda interna (2,4%), pero donde hay más dificultades es en el sector exterior. Si se asume que los países desarrollados no van a crecer más del 1% y que el comercio internacional lo hará al 1,8%, ¿cómo van a aumentar las exportaciones españolas un 4,5%? Como mucho podrían hacerlo al 3%, lo que significaría unas cuatro décimas menos de PIB.
Respecto a los precios de consumo, el Gobierno es ahora más optimista que en septiembre y recorta el aumento medio anual dos décimas, hasta el 2,6%, lo que parece coherente con el nuevo escenario de precios del petróleo a la baja. Mis previsiones de hace unas semanas apuntaban a una cifra incluso inferior, si bien partían de una demanda más débil y, sobre todo, no tenían en cuenta, por no conocerse entonces, las subidas impositivas, que pueden añadir dos o tres décimas a la inflación.
Que el Gobierno se aferre a una previsión de crecimiento del PIB optimista tiene su lógica, pues con una cifra de crecimiento del PIB del orden del 2% difícilmente podría mantenerse el objetivo de déficit público cero sin subir más los impuestos o recortar los gastos. El déficit cero se ha convertido en un objetivo mítico al que se sacrifica toda la política económica sin plantearse si dicho objetivo tiene igual sentido cuando el PIB crece al 4% que cuando crece al 2%. No pienso que la economía española vaya a debilitarse tanto el próximo año como para necesitar el apoyo de una política fiscal discrecional activa, como se está haciendo en Estados Unidos, pero tampoco creo que sea positiva una política restrictiva, como la que se plantea subiendo impuestos, para alcanzar el déficit cero. Mantengamos una política neutra que no deteriore el déficit estructural, aunque pasajeramente los estabilizadores automáticos generen un pequeño déficit cíclico.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).
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