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Reportaje:HOCES DEL HENARES | EXCURSIONES

Aquel Fenares de antaño

Espesos bosques pueblan los tajos labrados por este afluente del Jarama en las proximidades de Sigüenza

Antiguamente, para ir de lo que hoy es Madrid a lo que hoy es Aragón se remontaba el valle del Henares sin separarse ni un palmo del río en sus 113 kilómetros de curso. En el Itinerario de Antonino, del siglo III después de Cristo, consta que la calzada que unía Titulciam (Titulcia) y Caesararaugusta (Zaragoza) pasaba, a la par que las aguas del Henares, por Complutum (Alcalá), Arriaca (Guadalajara) y Segontia (Sigüenza). Y de creer lo que se canta en el Cantar de Mio Cid, aquella N-II de los romanos fue hollada ocho centurias más tarde por Ruy Díaz de Vivar y los suyos en la amarga hora del destierro: 'Vansse Fenares arriba quanto pueden andar...'.

El camino del Henares seguirá figurando como un itinerario principal en el repertorio de Pero Juan de Villuga (1546), en el de Alonso de Meneses (1576) y en los de postas del siglo XVII, y no será hasta el XVIII cuando la carretera de Barcelona -an-ticipando el trazado de la actual autovía- se aparte del río en Guadalajara capital. Repecha entonces bruscamente por Valdenoches y Torija hacia la alta Alcarria, mucho más apta para coches que el enrevesado valle del Henares, y deja lugares de tanta entidad histórica como Jadraque o Sigüenza al margen de toda ruta de importancia, salvo la de los futuros devoradores dominicales de cordero asado.

Paseando bajo este chaparrón de clorofila en el corazón de Guadalajara uno se siente dichoso

A aliviar un poco ese plantón vino el ferrocarril de Madrid a Zaragoza: sea porque el tren es incapaz de repechar en tan corto trecho como lo hace la carretera, sea porque los ingenieros que trazaron la línea deseaban colocarse una medalla, el caso es que en 1857 volvió a abrirse paso otro camino, ahora de hierro, por este valle lleno de hoces, nieblas, silencios y soledades. De hecho, los pasajeros de esta línea son los únicos compañeros de viaje que hoy vamos a encontrar caminando aguas abajo desde Moratilla del Henares.

Aquí, a sólo cuatro kilómetros del cogollo monumental de Sigüenza, el río ha labrado en la roca caliza una sucesión de hoces o gargantas donde conviven encinas, quejigos, arces, sauces, fres-nos, avellanos, tilos, chopos, juncos, espadañas, carrizos... Y si no fuera por los trenes que irrumpen de tarde en tarde, paseando bajo este chaparrón de clorofila en el corazón reseco de Guadalajara uno se sentiría dichoso y de estreno como el primer viajero que usó la calzada del Henares, como un romano con sandalias nuevas.

La aproximación en coche por la carretera de Sigüenza hasta Moratilla no hace presagiar la felicidad que se nos viene encima, pues el valle aparece triste, pelado, sin carácter, tan sólo amenizado -y tampoco ésta es una imagen muy alegre- por docenas de buitres y alimoches que acuden al reclamo de un cercano comedero artificial.

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Justo antes del paso a nivel sin barreras que da acceso a Moratilla, dejamos carretera y coche para echarnos a andar por la pista de tierra que se ofrece como rectilínea prolongación del asfalto. Así, llevando la vía férrea a mano izquierda y unos labradíos a la derecha, nos acercamos a la primera quiebra seria del terreno, tras la cual el fondo del valle se nos presenta como una selva mediterránea virgen, haciendo abstracción (claro está) de la vía, la pista y un canal paralelo que lleva agua a la vieja central hidroeléctrica de Gimena, junto a la que pasamos como a una hora del comienzo.

Rebasada la central, el río se encaja entre escarpes cada vez más altos y describe más sinuosos meandros, obligando varias veces a la pista y a la vía a cruzarlo y a cruzarse entre sí. Cerca de cumplirse dos horas de marcha, una encrucijada al pie de unas canteras nos plantea alguna duda, pero seguimos pegados a la vía hasta alcanzar, 500 metros más abajo, el recodo umbroso del cañón donde mana la fuente del Jardín, lamentablemente cercada y entubada para uso exclusivo de Fontemilla. Con que hubiesen dejado un cañito para apagar la sed del caminante, este rincón de paredes en voladizo tapizadas de yedra sería el paraíso. Aquel Fenares de antaño.

Sendero del valle del Henares.
Sendero del valle del Henares.M. C.

A pie o en bicicleta

- Dónde. Moratilla del Henares (Guadalajara) dista 134 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de Barcelona (N-II) hasta el kilómetro 104, para seguir por la CM-1101 (antigua C-204) hasta Sigüenza y luego por una carreterilla local hasta Moratilla. También se puede ir en tren (Renfe, teléfono 902 24 02 02) a Sigüenza, que queda a cuatro kilómetros de Moratilla, y desde allí acercarse en taxi (teléfonos 608 70 80 64, 608 00 80 33 y 608 70 83 56). - Cuándo. Cualquier época del año es buena para acometer esta ruta de 12 kilómetros -ida y vuelta por el mismo camino- y cuatro horas de duración, con un desnivel inapreciable y una dificultad baja. Al discurrir siempre por pista, es apta también para recorrerla en bicicleta. - Quién. José A. López Ballesteros y Miguel A. Díaz Martínez son autores de 15 rutas por la naturaleza de Sigüenza y el parque natural del Río Dulce, excelente guía editada por Rayuela (Medina, 7; Sigüenza; teléfono 949 39 02 33) que describe varios itinerarios a pie y en bici por las hoces de la comarca. - Y qué más. Cartografía: hojas 22-18 (Sigüenza) y 22-19 (Ledanca) del Servicio Geográfico del Ejército, o equivalentes (461 y 487) del Instituto Geográfico Nacional, todas a escala 1:50.000.

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