El excesivo Manolo Saiz espera
El presidente de la ONCE duda sobre el cese del director que ha hecho grande a su equipo
A Manolo Saiz le definió a la perfección Hein Verbruggen, presidente de la UCI y con quien el director del ONCE forma una poderosa pareja en el concierto internacional: 'Manolo habla mucho para la prensa, pero sólo cuando el caso es importante entra en acción. Y no entra tanto'.
Hablaba Enrique Franco, contaba las etapas, los chistes y las anécdotas con alcaldes de media España, y las miradas no estaban en él ni en las imágenes de puertos desconocidos, rutas trilladas y ciclistas en pleno esfuerzo, sino en Manolo Saiz. Lo de la Vuelta no era más noticia que el acto en sí, que hasta la agencia Efe ya había anunciado la víspera los detalles del recorrido. Lo de Manolo Saiz, el sanguíneo director del ONCE, era otra historia.
En teoría, Saiz no debería haber estado ayer en la presentación de la Vuelta. Unas declaraciones extemporáneas, muy a su estilo, con aire coloquial, de barra de bar, pero en una televisión, reproducidas y magnificadas el día siguiente en la prensa escrita, le condujeron a sentarse en el banquillo ante el presidente de la ONCE, José María Arroyo.
Saiz había tocado un par de temas sensibles para la ONCE, una organización que necesita mantener un exquisito equilibrio en sus relaciones con el Gobierno y una imagen impecable ante la sociedad. El director cántabro había criticado duramente a Juan Antonio Gómez Angulo, secretario de Estado para el Deporte, un cargo con el que la ONCE lleva a medias el Comité Paralímpico, y también había ensuciado la imagen de Pau Gasol, el deportista español más admirado.
Era una gota más en el expediente de Saiz, un hombre dado a las verbalizaciones excesivas, la gota de más. 'Lo que más le fastidió', dice un amigo de Saiz, 'es que su marcha de la ONCE pudiera producirse por la gota que desbordara el vaso, y no por algo fuerte de verdad'. Saiz dio a Arroyo un papel con su dimisión. El presidente se lo guardó y le dijo que esperara.
Y ahí está Saiz, el hombre sin el que no existiría el ONCE, uno de los mejores equipos del mundo la última década, esperando. 'Yo ya lo he dicho siempre, desde el principio: duraré lo que quiera la ONCE', dijo ayer, en medio de la espera, Saiz, un técnico dominado, dicen, por su carácter cántabro, muy dado a entrar de frente y con nobleza en cualquier fregado. Un experto en el efecto bumerán, en las declaraciones que se vuelven contra el que las hace, no en balde tuvo que dejar su puesto de técnico de la federación en 1987 por sus críticas a los federativos.
Arroyo, mientras, duda e intenta dar seguridad a la gente del equipo de que el proyecto no corre peligro. Una duda dura. No marcada por las muchas peticiones de indulto que le están llegando desde todos los rincones del mundillo ciclista, sino por el convencimiento de que el ONCE es una cosa tan personal y única que no tendría sentido sin Saiz. Un equipo al que ha puesto en peligro precisamente Saiz, un personaje tan excesivo que no se resigna a que sus obras sean menores que su personalidad. Pero, de todas maneras, un personaje necesario. Prescindir de él, y de su equipo, sería un lujo excesivo para el deporte español.
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